Cómo romper con la resistencia a la insulina a partir de los 40.

Cómo romper con la resistencia a la insulina a partir de los 40. iStock

Salud y Bienestar

Resistencia a la insulina: la razón por la que siempre tienes hambre y no bajas de peso a partir de los 40

Aprende cómo regular esta hormona a través de la alimentación y los hábitos con estas siete claves.

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¿Comes “más o menos bien”, haces ejercicio “cuando puedes” y, sin embargo, notas que tu cuerpo cambia? ¿Aparece esa grasa abdominal que no estaba antes?

¿El cansancio se instala sin pedir permiso y el sueño se vuelve ligero? Entonces de la regla mejor ni hablamos.

Y no, todo esto no siempre es la edad. Muchas veces lo que está detrás es algo de lo que casi no se habla: la resistencia a la insulina.

La buena noticia es que no es irreversible. Y lo mejor de todo: la alimentación puede ser una gran aliada para revertirla o evitar que vaya a más.

Vamos a hablar de cómo reconocerla, por qué afecta especialmente a las mujeres de 40 a 50 años, y qué cambios puedes hacer en tu dieta para empezar a sentirte mejor.

Qué es la resistencia a la insulina

La insulina es una hormona que ayuda a que la glucosa (azúcar) entre en las células para darles energía. Pero cuando el cuerpo se vuelve resistente a ella, necesita producir cada vez más para hacer el mismo trabajo. Es como si tus células se volvieran sordas y la insulina tuviera que gritar.

¿El resultado? Subidas de glucosa en sangre, más almacenamiento de grasa, especialmente en el abdomen; antojos de dulce, cambios en el ánimo y un cóctel hormonal que puede alterar desde tu ciclo menstrual hasta tu estado de ánimo.

Aquí viene la clave: las mujeres a partir de los 40, especialmente en la perimenopausia, son más vulnerables a esta resistencia porque las hormonas sexuales (estrógenos y progesterona) influyen en cómo responde el cuerpo a la insulina.

Cuando esos niveles hormonales empiezan a fluctuar, y después a caer, la sensibilidad a la insulina suele empeorar.

¿Tengo resistencia a la insulina?

Este trastorno no siempre da la cara de forma evidente, pero hay pistas que nos ponen sobre aviso:

  • Aumento de peso, sobre todo abdominal.
  • Cansancio constante, especialmente después de comer.
  • Hambre frecuente, incluso poco después de las comidas.
  • Necesidad de picar algo dulce por la tarde o noche.
  • Reglas irregulares o síndrome premenstrual más intenso.
  • Dificultad para perder peso, incluso haciendo dieta.
  • Alteraciones del sueño.
  • Acné tardío o piel más grasa.

Un análisis de sangre con glucosa, insulina basal y hemoglobina glicosilada puede darte información más concreta. Pero incluso sin analíticas, si te reconoces en los síntomas, vale la pena empezar a cuidar tu alimentación con una mirada integrativa.

Siete claves de experta

Lo que comemos afecta directamente a la respuesta de la insulina. No se trata de contar calorías, sino de entender cómo afectan los diferentes alimentos a tu equilibrio hormonal.

Mejora la resistencia a la insulina a través de la alimentación.

Mejora la resistencia a la insulina a través de la alimentación. iStock

Por ello te comparto siete claves que podrán ayudarte en el camino hacia el equilibrio:

  1. Desayunos sin picos. Evita el pan blanco, zumos o galletas. Son bombas de glucosa que desajustan el sistema desde primera hora. Opta por un desayuno rico en proteína con huevos, yogur natural con frutos secos, tofu; y grasas saludables como el aguacate, AOVE o semillas. Si incluyes carbohidratos, que sean integrales y en poca cantidad.
  2. Menos frecuencia, más saciedad. El clásico “comer cada 3 horas” no es para todo el mundo. De hecho, en mujeres con resistencia a la insulina puede ser contraproducente. Espaciar las comidas dejando de cuatro a cinco horas entre ellas y no picotear ayuda a reducir los niveles de insulina. Eso sí, cada comida debe dejarte bien saciada.
  3. Carbohidratos, sí, pero bien elegidos. No es cuestión de eliminarlos, sino de elegir los correctos y acompañarlos de proteína y grasa, y en cantidad moderada. El arroz integral, la quinoa, las legumbres y las verduras almidonadas como la batata pueden formar parte de una dieta equilibrada. Lo que conviene reducir son los ultraprocesados, el pan blanco, la pasta refinada y los cereales de desayuno.
  4. El estrés también cuenta. El cortisol aumenta la resistencia a la insulina. Si vives en modo "corre que te pillo", aunque comas bien, el cuerpo lo nota. Aquí entran prácticas como el yoga, la meditación, el tiempo al aire libre o simplemente aprender a parar.
  5. Movimiento diario, sin obsesión. Lo que más ayuda a mejorar la sensibilidad a la insulina es moverse a diario (caminar, bailar, subir escaleras) y hacer algo de fuerza muscular (pesas, pilates, ejercicios con tu propio peso). Mejor poco cada día que mucho un día y luego nada.
  6. Cuidar la microbiota, tus bacterias también deciden. Un intestino inflamado o con disbiosis empeora la resistencia a la insulina. Implementar alimentos fermentados (kéfir, chucrut, kombucha), fibra diversa (verduras, frutas con piel, semillas) y evitar antibióticos innecesarios o exceso de azúcares es un punto clave.

En conclusión, tu cuerpo te está hablando. La resistencia a la insulina no es una condena, es un mensaje de tu cuerpo sobre la forma en que estás cuidándolo.

La buena noticia es que puedes cambiar la manera de hacerlo con un hábito de todos los días: comer.

A partir de los 40, el cuerpo cambia. Pero esos cambios no tienen por qué vivirse como una cuesta abajo.

Con una alimentación más consciente, ajustada a tu realidad hormonal y emocional, puedes recuperar energía, mejorar tu peso, tu digestión y hasta tu estado de ánimo.

No se trata de comer perfecto. Se trata de comer con estrategia y sin culpa, sabiendo que cada elección es una oportunidad para sentirte mejor.