
Charlotte, que acaba de cumplir los 18 años, pasó tres en un centro de protección de menores.
Charlotte, de vivir en un entorno violento al centro de protección de menores que le salvó la vida: "Allí me reconstruí"
Cuando tenía 13 años, su padre acabó en la cárcel y no pudo quedarse con su madre porque esta la agredía; la asociación Nuevo Futuro le dio un hogar.
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¿Alguna vez se ha planteado cómo sería perderlo todo? ¿Cómo sería la vida si, de repente, las personas que más quiere ya no estuvieran? Sentir la soledad. Pero sentirla de verdad.
Algo así como lo que nos enseña la serie The Leftovers donde, de la noche a la mañana, más de la mitad de la población mundial desaparece; dejando familias rotas, sentimientos en pausa, vidas incompletas.
Ahora imagine sentir esa soledad, pero desde la mente de un niño. Ese mismo sentimiento es por el que tuvo que transitar —en la vida real— Charlotte.
Tenía sólo 13 años cuando su padre entró en prisión y, al no tener ningún familiar que se pudiera hacer cargo de ella y con una madre ausente después de años de maltrato, se quedó "completamente sola".
"No sabía qué iba a pasar conmigo, estaba bastante perdida. Pero, por suerte, entré en un centro de protección de la asociación Nuevo Futuro", revela a ENCLAVE ODS.
Pasó allí un total de tres años y hoy, con la mayoría de edad recién cumplida y muchos sueños por delante, cuenta cómo, desde ese nuevo hogar que le brindaron, la ayudaron a "reconstruir" su vida.
La vida en protección
Charlotte recuerda su llegada centro de protección al que fue derivada como "complicada". "Éramos todos adolescentes, más o menos de la misma edad, y claro, la convivencia al principio era dura… estábamos en esa edad de estar locos de la cabeza", comenta, ahora ya entre risas.
Una sonrisa que volvió gracias a todas las personas de Nuevo Futuro que, en la que fue su casa, la apoyaban día a día.
"Me sentía como en el limbo. Sabía que volver con mi madre no era una opción después de los malos tratos que sufrí por su parte cuando yo era más pequeña, pero empezamos a trabajar con psicólogos, tanto mi madre como yo, para intentar salvar la relación", explica la joven.

Charlotte, la joven que estuvo en un centro de protección de menores.
Su día a día allí era, tal y como define ella misma, "como el de un adolescente cualquiera". Se levantaba, acudía a clase y, por las tardes, compaginaba las salidas con amigos con la terapia.
Incluso contaba con una paga para poder disfrutar —como el resto— de los fines de semana, así como de eventos especiales en fechas señaladas, como verano o Navidad.
"Fue un proceso duro", revela. "Pero te ayudan siempre a gestionarlo y, sobre todo, a que te sientas como en casa".
Y es que estos centros de protección se tratan de pisos al uso, repartidos en varios bloques de edificios, ya no sólo de la Comunidad de Madrid, sino de toda España.
En la actualidad, Nuevo Futuro cuenta con 110 hogares, que incluyen un servicio de atención, tanto de educadores como de psicólogos, los 365 días del año.
Charlotte estuvo un total de tres años en uno de ellos, pero, con ayuda de sus terapeutas y educadores, pudo finalmente volver a casa con su madre.
"Ha sido algo gradual. Estuve un año y medio sin tener contacto, pero después de ese tiempo ya me dejaban irme los fines de semana con ella para ir poco a poco integrándome de nuevo en la convivencia. Esos fines de semana pasaron a ser dos meses… hasta que, finalmente, pude volver del todo. Y aquí sigo, viviendo con ella", explica.
18 años, ¿y ahora qué?
En la misma situación en la que estuvo Charlotte, en la actualidad se encuentran bajo el paraguas de Nuevo Futuro, en palabras de su directora general, Miriam Poole, 1.700 menores en España.
Desde la asociación, destinan gran parte de sus recursos –de los cuales las administraciones públicas financian alrededor del 80% – a ayudarles a través de estos centros de protección, desde los cuales se hacen cargo de niños y adolescentes con edades comprendidas entre los seis y los 18 años. En cada uno, tienen plaza para seis o nueve de ellos.
Pero, ¿qué pasa cuando cumplen la mayoría de edad? Según marca la ley en nuestro país, estos todavía adolescentes dejan de depender del Estado.
"Sin embargo, son pocos los que han conseguido rehacer su vida para entonces", afirma Poole.

Por eso, desde la asociación, no sólo cuentan con servicios de protección a menores, sino con un programa "de acompañamiento", que salvaguarda el bienestar de estos jóvenes hasta que, por lo menos, cumplan los 21.
"Aunque, a veces, vamos incluso más allá", señala a Abel Arteche, director del programa de post-acogimiento y acompañamiento a la emancipación de Nuevo Futuro.
"Cuando los jóvenes salen del sistema de protección, se hace un baremo de sus necesidades. No todo el mundo tiene la posibilidad de volver al domicilio familiar o de costearse un alquiler, y nos dimos cuenta de que por eso muchos jóvenes acababan en la calle, por lo que se plantearon distintas iniciativas para atajar este problema", explica.
Para estos casos, disponen de los llamados pisos "de emancipación". Están pensados para jóvenes de entre 18 y 21 años, y cuentan con un acompañamiento de un equipo educativo "que les enseña a ser completamente autónomos".
"Se trabaja sobre todo con un plan de ahorro. Antes incluso de que abandonen el centro de menores, ya tienen que haber picoteado un poco en el mundo laboral para poder optar a una vivienda… ", desarrolla Arteche.
Pero se trata de que esta sea "la última opción". No todos acaban en uno de estos cuatro pisos de emancipación con los que cuentan —uno de ellos exclusivo para personas con algún grado de discapacidad que necesitan ser atendidos de manera especial—.
Sin embargo, siguen contando con "todo el apoyo de Nuevo Futuro".

Charlotte y Arteche, en uno de los centros de Nuevo Futuro.
Y el ejemplo habla por sí mismo. Arteche ha sido la persona que ha acompañado a Charlotte desde el momento en el que abandonó el centro, y ambos aseguran que ya son "como parte de la familia".
"Para mí es como mi tío. Le cuento desde cosas más importantes en relación, por ejemplo, a la convivencia con mi madre, o discusiones que tengo con mis amigas. Le cuento toda mi vida, básicamente", dice la joven.
"Así es", reafirma Arteche. "Se crea un vínculo muy especial entre el educador y el menor, y es una relación que puede perdurar en el tiempo. Charlotte ha conseguido muchos éxitos y yo he estado ahí para verlos, igual que estaré seguramente para su graduación".
Rompiendo estigmas
Ahora, con 18 años recién cumplidos, Charlotte está a punto de terminar sus estudios en bachillerato. Confiesa que se le están haciendo "cuesta arriba" algunas asignaturas, pero está trabajando duro.
Su plan es empezar un grado superior para, después, poder cumplir su sueño: estudiar fisioterapia. Es consciente de que no es "una carrera fácil", pero con su esfuerzo y con la ayuda de Arteche, que no duda en guiarla en el camino, confía en conseguirlo.
También planea independizarse, y está en búsqueda de empleo para conseguir "unos ahorrillos" que la permitan dar este paso. En cuanto a su vida personal, revela que su actual relación con su madre "es buena, aunque con sus cosillas".
Asegura que en la convivencia son "incompatibles", pero ha conseguido gestionarlo y aceptarlo, gracias a un 'perdón' que, sin mucho trabajo por parte de ambas y sin la ayuda de Nuevo Futuro, nunca hubiera llegado.