"Permítanme contarles cómo apalean incluso a los heridos y a los minusválidos. Déjenme que les explique cómo los oficiales rusos hacen desaparecer a sus propios soldados". Estas declaraciones pertenecen al sargento mayor ruso Yuri Muja y proceden de una grabación de vídeo obtenida por el equipo de EL ESPAÑOL tomada en el frente.
Que el suboficial está aterrorizado es obvio a juzgar por el modo en que se expresa. No obstante, también está determinado a hablar y, aunque se interrumpe un par de veces para expresar su "miedo a ser ejecutado", prosigue su relato.
"Para empezar, somos extorsionados por nuestros propios mandos de todas las formas posibles. '¿Quieres vivir?', te dicen. '¿Quieres que te lleven víveres con el dron o te envíen agua a la posición? ¿Quieres que te autoricemos a retroceder si caes herido? En resumen, ¿quieres volver a casa? Pues entonces, paga'. A uno, le piden 200 rublos (dos euros). A otro, 50.000 (500 euros). Al de más allá, 100.000 (1.000)".

Detalle de la cartilla de identidad del soldado ruso contactado por EL ESPAÑOL.
Yuri nació hace veinticuatro años en Samara, una ciudad de algo más de un millón de habitantes situada a orillas del Volga, en el suroeste de Rusia europea. El testimonio fue grabado a principios de esta semana en audio y en vídeo. Lo registró el propio sargento a petición de este diario en la posición del frente donde sirve como suboficial de una brigada con base en el Altai, actualmente desplegada muy cerca de la primera línea ucraniana.
¿Qué razones podrían alentar a un combatiente de Samara cuya lealtad a Moscú está fuera de duda a realizar confesiones a un medio de comunicación occidental? Ninguna. En realidad, el militar cree que está hablando con la Fiscalía Militar de Rusia, a la que EL ESPAÑOL ha 'reemplazado' en varias ocasiones desde que comenzó el conflicto mediante técnicas de phising avanzado e identity spoofing (técnicas de suplantación de identidad digital) para investigar los crímenes del Kremlin desde el corazón de su inframundo castrense.
Aunque obra en el poder de este diario una copia de su pasaporte y conocemos su nombre real, sus datos personales, el batallón del que forma parte y su geolocalización precisa, le hemos otorgado un nombre en clave para proteger su vida amenazada. Lo de "Muja" (“mosca”, en ruso) es su sobrenombre o indicativo de llamada. Esto es, su nom de guerre.
2.800 € para no ser 'reseteado'
La conversación entera con Yuri se prolongó durante cerca de un cuarto de hora. El relato que hace del infierno vivido en su unidad hace pedazos la mitología patriótica fabricada por el Kremlin. Lo que emerge de sus palabras pergeña una postal oscura de unidades podridas por la codicia, donde la cadena de mando se comporta como una mafia armada y la supervivencia depende más del soborno que del valor. Al sargento le pidieron por salvar su vida 2.800 euros (280.000 rublos).
"Les dije que tengo hijos y una bisabuela muy anciana a la que tengo que ayudar, una veterana de guerra nacida en 1903", cuenta. "¿Y saben qué me respondieron? Me dijeron: 'Pues llama a tu mujer o vende lo que tengas. El coche, la casa, lo que haya. Tú decides. ¿Quieres vivir?'".
Los oficiales no lideran: extorsionan. No instruyen: negocian la vida de sus hombres como carniceros de uniforme y auténticos ladrones. El conjunto de sus palabras proporciona, en suma, nuevas pruebas y detalles de la orientación criminal del Ejército del Kremlin y sus continuas violaciones directas e indirectas del Derecho Internacional Humanitario (DIH), en especial de los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales.
"El que tiene dinero para comprarse una radio o insertarle software lo paga de su bolsillo", afirma Yuri. "Pero como muchos no tienen ni un rublo, los oficiales les ponen encima el equipamiento entero y hacen un fotoinforme para que quede claro: 'Miren, aquí se lo hemos dado todo. No hay quejas contra nosotros'. Y luego, tras tomar la foto, vuelven a quitarles los implementos y los cargan en el vehículo. La mayoría de los comandantes son así y los pocos que hay decentes no se enteran de nada".
Claro que su historia va mucho más allá de la extorsión: "Como yo tenía grandes problemas familiares, el pez gordo me sugirió que acudiera a él con mis documentos y me dijo que tal vez me enviarían a casa. Al final, a donde me mandaron fue a combatir. Y cuando vinieron a por mí no fue para llevarme al hospital, porque estaba herido, sino para golpearme. En Selidovo me pegaron en el casco, en el chaleco, en la cara y en el hombro. Y me dijeron: "¿Vas a ir contando toda esta mierda a los del FSB o a esos tipos de Derechos Humanos? Por cierto, gracias a eso me enteré de que podía dirigirme a ustedes".
Cuando Yuri menciona 'ustedes' se refiere, obviamente, a los funcionarios de la Fiscalía Militar suplantados por los reporteros españoles. Mediante las mismas técnicas, este diario recabó en enero del pasado año el testimonio de un suboficial de la 34ª Brigada Separada de Fusileros Motorizados, Alexander Sergeevich Fabarovsky, que, al igual que Yuri, denunció haber sido víctima de palizas por parte de sus superiores.
En octubre de 2023, este digital contactó también con un antiguo miembro del Servicio de Seguridad Presidencial de Rusia llamado Denis Bikkininin, que desertó tras presenciar cómo su comandante, apodado "Demonio", disparaba y apuñalaba a soldados que se negaban a entregarle sus salarios o propiedades. Bikkininin describió al ejército ruso como una "fábrica de muertos gobernada por sádicos".
Este nuevo testimonio del sargento de Samara respalda la veracidad de las palabras precedentes de ambos: "¡Uno pretendía cortarme la oreja! Otro decía: 'No, mejor lo llevamos al bosque y lo hacemos desaparecer. Lo dejamos como desaparecido. ¿Acaso sería la primera vez?' Eso es lo que me gritaban mientras amenazaban con liquidarme y hacerme constar como desaparecido en combate, muerto, desertor o cobarde. Y eso es lo que están haciendo: hacer desaparecer a muchos de nosotros e inscribirlos como lo que sea".

Una de las heridas sufridas por el sargento.
Le preguntamos al sargento si él ha visto con sus propios ojos cómo se desembarazan de los "revoltosos" y replica: "A los que se niegan a combatir los revientan y al final los mandan a la clase de lugar de donde ya no pueden volver de ninguna forma [misiones suicidas]. A mí todavía me queda hasta finales de este mes de contrato, pero no me permiten escribir ni un informe de baja ni nada. Me mandaron a la base y aquí estoy. Si permanezco callado y no digo lo que está pasando en nuestras filas, tal vez salve la vida".
El suboficial proporciona durante el simulacro de charla con la Fiscalía Militar de Rusia un pantallazo de su posición obtenido con una aplicación de navegación militar o táctica basada en mapas satelitales (probablemente ATAK-CIV, Locus Map, o una variante rusa del tipo OsmAnd militarizado).
Aunque no incluye latitud ni longitud, todo sugiere que se halla al este de la ciudad de Donetsk, Ucrania, en la zona actualmente controlada o disputada entre fuerzas rusas y ucranianas, muy cerca de la línea de contacto. O más específicamente, en algún terreno agrícola con vegetación lineal (probablemente cortavientos o línea ferroviaria secundaria) situado entre Avdiivka y Horlivka, que ha sido una de las zonas de combate más calientes entre 2023 y 2025.
Terror en las trincheras
Hay algo en la mayoría de crónicas de guerra obtenidas sobre el terreno que los soldados no confiesan fácilmente, posiblemente por pudor, y es el terror de las trincheras. Por el contrario, Yuri repite con frecuencia que está casi paralizado por el pánico, como si el terror que experimenta fuera tan intenso que no pudiera silenciarlo.
Claro que no es al enemigo a quien él teme, sino a sus propios mandos: "Estoy contando esto para salvar mi vida y si Dios quiere, con su ayuda, para salvar también las de otros soldados. Me he decidido a hablar con ustedes para que nuestros hombres no mueran como si fueran basura asesinados por los suyos y sin que sus familias sepan nada. Tengo muchísimo miedo de que mis mandos me ejecuten [literalmente, Yuri habla de "обнулят", que en la jerga militar rusa significa ‘eliminar físicamente’ o simular una desaparición]. Puede que ni siquiera me queden 15 minutos de vida y que no tenga tiempo de despedirme de mis hijos ni de mi familia".
Que los oficiales rusos están extorsionando y asesinando a sus propios soldados es algo que ha sido acreditado. En abril de 2025, se filtró una llamada telefónica interceptada por la inteligencia ucraniana en la que un comandante ruso ordenaba disparar contra una unidad propia, la 55, acusándola de comprometer la seguridad de su posición. Seis meses antes, se reportó también que Rusia bombardeó a un grupo de sus propios soldados en Donetsk que intentaba rendirse ante las fuerzas ucranianas. Un dron enviado por los oficiales de Moscú arrojó bombas sobre ellos.
Aunque a Putin no parecen preocuparle mucho actualmente las violaciones de la Convención de Ginebra, testimonios como los de Fabarovsky, Denis Bikkininin o ahora, Yuri 'Muja', podrán servir en el futuro para enjuiciar a los asesinos rusos por crímenes de guerra.
Según el sargento de Samara, muchos de los caídos (a los que los rusos se refieren en argot como '200') deben anotarse como bajas de sus propios oficiales: "Hace como dos días [por la semana pasada] que enviaron a misión a un grupo. He vuelto a ver a uno de ellos pero no sé nada del resto. Probablemente son todos 200. Con un poco de suerte, tal vez haya alguno en el hospital".
"Los mandaron a una posición donde no había comunicación atravesando una zona completamente abierta a donde no llegan ni los pájaros. Somos como carne. Todo pasa muy rápido. Deprisa, deprisa. Y todo lo que puedo decir es que el que se lleva las mordidas por facilitarte la vida o ahorrarte esos paseos por el valle de la muerte tiene como indicativo 'Shly Getto'".

Fragmento recortado del pantallazo en el que el soldado comparte sus coordenadas en el frente.
A Yuri, como a tantos otros, no tuvieron reparo en enviarle de misión pese a que tenía una astilla en una pierna que había reducido notablemente su movilidad. En un vídeo mensaje, se despide: "O me sacan de aquí o me resetearán [liquidarán]. A mí y a otros dos que también saben lo que está ocurriendo en la unidad. Y entonces todo se acabará. Llévenme a un lugar seguro. No soy un juguete inútil. Tengo todavía muchas cosas que contarles. Se lo digo con toda franqueza: ustedes son mi última esperanza. No lo oculto. Si no me ayudan, entonces… Goodbye. Proshcháy (en ruso, adiós en un tono solemne y definitivo). ¿Qué va a ser de mí?".
Como comisarios de la Guerra Civil
Los oficiales de Putin no han inventado nada. En la época de la Unión Soviética, Stalin ordenó el despliegue de unidades especiales del NKVD detrás de las líneas del frente para disparar a soldados soviéticos que retrocedían. Esto fue institucionalizado con la Orden nº 227 ("¡Ni un paso atrás!") de 1942. Asimismo, durante la Segunda Guerra Mundial miles de soldados fueron ejecutados sumariamente por sus propios comandantes aduciendo "traición, deserción o derrotismo".
La corrupción y las castas internas eran también moneda común en ese "Regimiento Inmortal" que ahora Putin utiliza como un elemento central de su propaganda patriótica. Mientras los oficiales del Partido tenían acceso a mejores raciones y equipos, los reclutas eran enviados como carne de cañón, muchas veces sin armas (hay casos documentados en Stalingrado).
Incluso durante la Guerra Civil española hubo comisarios comunistas que sabotearon unidades enteras por sospechas ideológicas (como en el POUM), lo que debilitó gravemente el frente. También estos imponían la obediencia por medio del castigo, la amenaza o la represión interna y la supervivencia del soldado dependía más de la lealtad al superior que de la estrategia militar.
Claro que hay una diferencia fundamental entre los comisarios del PCE y de la Komintern y los oficiales rusos modernos. Los actuales no obedecen a una ideología, sino a una lógica mafiosa de enriquecimiento. Al final, el efecto es parecido: quien no se somete, quien no paga, es castigado, silenciado o enviado al matadero.
Posible fallecimiento de Yuri
Ayer, viernes, a las 21.49 hora española, se nos comunicó que Yuri fue enviado el jueves a una misión de asalto suicida con una unidad de "shturmovik". Al cierre de la edición de este diario, habíamos perdido el contacto con el sargento y fuentes de su brigada asumían como muy probable que hubiera fallecido. Como "shturmoviks" se conocen normalmente a los miembros de los grupos de asalto del ejército ruso. Estos soldados forman parte de unidades de infantería especialmente destinadas a realizar ataques directos y asaltos a posiciones enemigas, muchas veces en las zonas más peligrosas del frente. El término proviene de "shturm", que significa "asalto" o "tormenta" en ruso, y se usa para describir a los combatientes que llevan a cabo ese tipo de acciones, a menudo con alto riesgo y un gran número de bajas.