
Rosa Visiedo, rectora de la universidad CEU-San Pablo.
Rosa Visiedo (CEU): “Cuestionar la calidad de la universidad privada es poner en duda todo el sistema universitario”
La rectora de la universidad CEU-San Pablo asegura también que la política educativa "siempre ha estado" politizada.
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Rosa Visiedo (Barcelona, 1961) nos recibe en el rectorado de la Universidad CEU-San Pablo. Un edificio que alberga, además, el colegio mayor San Pablo y que se encuentra junto a la facultad de Económicas en el centro de Madrid.
Al recibirnos, nos recuerda que esta es la segunda intentona para hacer la entrevista. La primera tuvo que ser cancelada por el apagón. "Fue una jornada complicadísima", recuerda, y nos relata cómo poco a poco pudieron evacuar el campus de Madrid. Más complejo, explica, fue el de Montepríncipe, donde tuvieron que "alquilar" autobuses.
Un día difícil de olvidar para todos, pero que ahora Visiedo recuerda con una sonrisa en la cara. "Ahora ya estamos terminando el curso y los que tenemos responsabilidades académicas preparando el año que viene".
¿Cuál es su percepción de la calidad de la enseñanza universitaria en España en este momento?
Ha habido mucha polémica en las últimas semanas sobre este tema, pero creo que el sistema universitario español tiene una gran calidad, aunque tiene un margen de mejora.
Por ejemplo, en términos de internacionalización. Es clave para que seamos competitivas con los sistemas universitarios de otros países que tienen este eje mucho más desarrollado.
En nuestro caso este es un tema que tenemos muy desarrollado. Estoy muy satisfecha de nuestros resultados de internacionalización. Tenemos el objetivo de ofrecer a todos nuestros estudiantes la posibilidad de vivir una experiencia en un campus verdaderamente internacional.
Luego tenemos también un gran reto: la incorporación de las nuevas tecnologías a nuestro quehacer, tanto docente como académico administrativo. En el ámbito de las universidades y también en el del desempeño de los estudiantes.
Hay que hacerlo porque nos ayudan a ir más allá, pero siempre usándolas desde un punto de vista ético y de responsabilidad. Sabiendo que un mal uso siempre tiene consecuencias.
También debemos atender a las necesidades de las empresas y de los puestos de trabajo. Esto nos lleva a una necesaria renovación y actualización de nuestra oferta académica, no sólo de grado y máster, sino también de formaciones más cortas pero especializadas.
Vivimos en una economía que tiene a más trabajadores que nunca empleados, pero en la que el paro sigue siendo el más alto de Europa. ¿A qué se debe?
En gran parte es un paro estructural, porque sí hay oferta de empleo. Lo que pasa es que muchas veces no hay profesionales preparados para ocupar esos puestos que se están ofertando y demandando.
Desde las universidades debemos proporcionar información a nuestros jóvenes.
Darles información real, actualizada, sobre el mercado laboral, sobre qué formaciones tienen más salidas profesionales, qué está pidiendo el mercado y qué pronosticamos que pedirá en el futuro.
En muchas ocasiones no hay profesionales preparados para ocupar esos puestos que se están ofertando y demandando.
Y luego, en base a esta información objetiva, que las familias y los estudiantes tomen la decisión de la manera más informada posible.
¿La sociedad es consciente de la importancia que tiene seguir formándose una vez que acaba el ciclo universitario?
Parece raro, pero hay que ser aprendiz permanentemente. Esa curiosidad, esa necesidad de seguir formándote a lo largo de tu vida, es algo que ya está siendo una realidad y lo será cada vez más en el futuro.
Ser aprendiz supone tener los ojos y la mente abiertos a lo que está pasando, y la capacidad de seguir formándote para avanzar.
¿Por qué la política educativa está tan politizada?
Siempre lo ha estado y en este momento lo está.
¿Y por qué se hace de forma permanente ideología con la educación? Lo digo por las críticas del Gobierno a las universidades privadas.

Rosa Visiedo, rectora de la universidad CEU-San Pablo.
No sé responder a esta pregunta. Lo que sí sé es que la polémica y el enfrentamiento entre universidades públicas y privadas no conduce a nada. Solo sirve para despertar la sensación de que algo está pasando.
Poner en cuestión la calidad de las universidades privadas realmente lleva a poner en cuestión la calidad de todo el sistema, porque las universidades privadas formamos parte de él.
Las universidades privadas tenemos que pasar por una ley de reconocimiento y presentar una memoria con una declaración de intenciones, que es evaluada y conduce a la aprobación de la ley.
Además, debemos someternos a los requisitos del marco legal establecido para la universidad. Esos requisitos son iguales para todos, públicas y privadas, y todas debemos cumplirlos. Nuestros títulos tienen que pasar por un proceso de evaluación y verificación, igual que los de las públicas.
Las universidades privadas, en conjunto, estamos haciendo un buen desempeño. Cuestionar nuestra calidad en general me parece que no es lo adecuado.
Lo que vemos es que hay una explosión de aperturas de centros universitarios privados, ¿hay tanto mercado?
Creo que sí. Además, el mercado luego pone las cosas en su sitio. Las universidades que lo hagan bien, que sean de calidad, que se preocupen por la excelencia, por la empleabilidad de sus estudiantes, por el acompañamiento a lo largo de su trayecto, y cuyos resultados estén ahí, tienen futuro.
¿Esta expansión nos aboca a que el mercado termine en un proceso de concentración del sector privado?
Estamos en ese camino. Ha sido un mercado en crecimiento en los últimos años, pero ya llega un momento en el que deja de crecer.
El mercado de la universidad privada ha sido de crecimiento, pero llega un momento en el que deja de hacerlo
Entre otras cosas, debemos contemplar aquí un elemento al que no podemos dar la espalda, que es el invierno demográfico que estamos viviendo y que viviremos con mayor intensidad dentro de unos años.
Por eso es tan importante que seamos capaces de consolidar nuestras universidades, no de crecer por crecer, sino de hacer que sean sostenibles.
¿Y eso cómo se consigue?
Haciendo las cosas bien, atrayendo estudiantes de otros países, estudiantes internacionales.
Esto nos ayuda en ambos sentidos. A mantener el nivel de atracción de estudiantes que necesitamos para sostener nuestra capacidad de financiar nuestras inversiones y nuestra política de becas, que es a lo que dedicamos los beneficios al ser una entidad sin ánimo de lucro.
Incide en la internacionalización del sector universitario, pero las escuelas de negocio les llevan mucha delantera. ¿Por qué ese gap entre ustedes y ellas?
Es posible que las escuelas de negocio descubrieran primero las bondades de la internacionalización. Tal vez a las universidades nos costó más.
En los últimos 14 años, al menos en el CEU, no hemos hecho más que pelear por la internacionalización de nuestras universidades. Y en este momento, nos sentimos satisfechos de los logros conseguidos en todos los centros.
¿Cómo educar en un mundo polarizado?
Creo que tenemos que educar basándonos sobre todo en los valores. En nuestro caso, en los valores del humanismo cristiano.
Valores y cualidades personales que intentamos transmitir a nuestros estudiantes que constituyen el núcleo duro alrededor del cual se van incorporando todos los conocimientos y competencias.
Se trata de transmitir una determinada comprensión del mundo y de dar sentido a lo que hacemos y a su proyecto vital. Ayudarles a construir su proyecto vital, un proyecto de vida sólido y lleno de sentido. Ese debe ser uno de los objetivos del paso por la universidad.
¿Quién no va a querer un profesional comprometido, honesto, que sepa liderar, trabajar en equipo, que tenga sentido de la ayuda? Alguien que sepa comunicarse, gestionar su tiempo…
Estas no son competencias específicas de una profesión, son un plus que les damos y que les acompañarán allá donde vayan. La formación específica se da por supuesta, pero este plus es lo que les ayuda a evolucionar y tener buen desempeño.
Ese va a ser el valor añadido que vamos a tener las personas en un mundo cada vez más robotizado y dominado por la inteligencia artificial.
¿Quién no va a querer un profesional comprometido, honesto, que sepa liderar, trabajar en equipo, que tenga sentido de la ayuda?
Frente a la tecnología hay que poner en valor el humanismo, lo humano. Esto nos ayudará a controlar la tecnología y a hacer que sea una herramienta útil para el desarrollo de las personas y la sociedad.
¿Y cómo aplicamos la inteligencia artificial, la tecnología a los nuevos modelos educativos?
Creo que tenemos un camino por recorrer. Nosotros hemos creado un comité de ética en el uso de la inteligencia artificial. También hemos publicado un manual de buenas prácticas para su uso.
Hemos aprobado una normativa para el buen uso de la inteligencia artificial en trabajos académicos. Abogamos por un uso responsable y transparente. Si hay que citar la fuente, se cita, como siempre hemos hecho.
Tenemos que ser creativos al pedir a los estudiantes que usen la inteligencia artificial para que lo hagan de forma ética, responsable y creativa. Que no se queden solo con la primera respuesta, que comparen fuentes y contrasten la veracidad.
También debemos darle una pensada para utilizarla en docencia para determinadas actividades formativas o en el aula. Pienso que debemos revisar nuestros sistemas de evaluación. Nos da miedo la integridad de los exámenes y trabajos. No fiemos tanto en los trabajos entregados, fiémonos más de otras cosas. Usemos otros modos de evaluación, como exámenes orales, etc.
Debemos ayudar a los estudiantes a valorar el esfuerzo propio. Queremos estudiantes con pensamiento crítico. Tendremos que empujarles y ayudarles a conseguirlo. Enseñarles a pensar, a adquirir cultura, criterio, capacidad de discernir.
¿Y los estudiantes están abiertos a ese pensamiento crítico en una época de los algoritmos en la que todo llueve prácticamente hecho y todo va acorde con mis pensamientos, mis gustos y aquello que yo visito frecuentemente?

Rosa Visiedo, rectora de la universidad CEU-San Pablo.
Yo confío en las nuevas generaciones. Si hacemos el esfuerzo de explicarles, ayudarles, abrirles los ojos y la mente a las consecuencias de hacer las cosas bien o mal, del buen uso y del mal uso de las herramientas, creo que son sensibles a esto.
Es difícil, sí, pero tenemos que seguir intentándolo. No podemos resignarnos.
Estamos hablando de tecnología y del modelo universitario, pero también está la duda eterna de si meter la tecnología en el aula, sobre todo en etapas anteriores. ¿En qué posición se encuentran ustedes?
Hay etapas en las que no es necesaria, y otras en las que sí. En etapas infantiles, es innecesaria porque están para aprender y socializar.
A partir de determinada edad, hay que tener cuidado, pero ir incorporando esas herramientas. Tal vez no para uso individual, sino para trabajar en el aula con ellas. Y siempre que el uso de la herramienta aporte algo a hacer el mismo trabajo sin ella. Si no aporta nada, ¿para qué vamos a "pantallizar" esa tarea?
Enseñar a usar la tecnología con responsabilidad es parte del aprendizaje, igual que en la universidad. No podemos estar de espaldas a ella.
Aunque en el aula se evite, luego salen a la calle, donde el control parental no siempre existe. Debemos ayudarles y enseñarles a ser responsables y a saber la diferencia entre usarla bien y mal. Todo forma parte del proceso de aprendizaje.
¿Cuáles son los tres objetivos que se marcan para el próximo curso?
Están muy en la línea de los objetivos que han guiado nuestro plan estratégico: internacionalización, cultura digital, innovación, investigación y CEUS Social.
Este último es un proyecto interesante y necesario frente a la tecnologización para dar valor a las humanidades y lo social.
Empezó en la Facultad de Derecho con una clínica ‘probono’. Los estudiantes aprenden prestando un servicio que contribuye al bien común, servicios jurídicos a colectivos vulnerables. Lo hacen con profesores y profesionales.
Nos ha gustado tanto que hemos extendido este sistema a otras facultades. Tenemos actividades de aprendizaje servicio en Económicas (asesorando ONGs), Humanidades/Comunicación (periódicos de barrio), Farmacia, Medicina, Escuela Politécnica…
Es muy formativo para nuestros estudiantes. Se dan cuenta de realidades que tal vez de otro modo no conocerían. Entienden que desde su profesión pueden ayudar y contribuir al bien común.