Publicada

"Tienes una cara rara y vas a trabajar mucho o vas a trabajar poco", le dijo a al actor Jaime Lorente en un casting cuando empezaba a buscarse la vida con tan sólo 19 años. Como no podía ser de otra manera, aquello no le gustó. Le pareció un insulto. Menos mal que la primera parte del comentario se ha cumplido.

Hasta la fecha, el murciano ha interpretado una cincuentena de papeles en cine, teatro y televisión y no piensa bajar el ritmo. Es más, el próximo octubre se liará aún más la manta a la cabeza ya que debutará en la dirección con El mal hijo.

"Junto a mi amigo Ángel Puro, que es un actorazo, hemos tardado cinco años en levantar el proyecto. Me apetecía muchísimo contar la historia sobre un padre que sufre la enfermedad de la adicción y los estragos que dicho hábito provoca en las relaciones de la familia. Creo que el cine ha poetizado demasiado la droga", argumenta a EL ESPAÑOL.

El actor Jaime Lorente durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

El actor Jaime Lorente durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto E. E.

Durante estos días, Jaime anda para arriba y para abajo porque está promocionando Hamburgo, su última película estrenada en nuestro país este 30 de mayo que trata algunos de los temas más crudos de la sociedad, la trata de blancas y las drogas. El otro protagonista es Roger Casamajor, formidable en su papel. Jaime comenta que "nos entendimos súper bien. Es de esas personas que tienen un corazón enorme y cero ego. Fue súper bonito trabajar con él".

Interpretar a Denver en La casa de papel y a Nano en Élite le dio el pasaporte a la fama planetaria. Con ello, se acrecentó el hambre de sus seguidores por saber más de la persona. La prensa rosa y los paparazzi no escatiman horas de espera para ofrecer lo mejor de Lorente. "Esa brecha que hay entre exhibir tu trabajo a intentar meterme en la vida de Jaime porque creo que lo conozco, porque lo he visto en una pantalla, me parece injustificable, insalvable", confiesa.

En el fondo es consciente del precio que se ha de pagar, pero no tolera que se le avasalle. Por sí mismo ya da la información que necesita la máquina devoradora de egos: "Me caso", comenta.

Ha sido la revista ¡Hola! la que ha dado los datos más interesantes: será el 7 de junio en el castillo de Batres. Ubicada a unos 35 km al sur de Madrid, se trata de una fortificación renacentista que acogió en su momento a Garcilaso de la Vega. Este bucólico lugar también será el idóneo para Jaime Cantizano, que se unirá a Miguel García Golding el 19 de julio.

Su futura mujer es Marta Goenaga, madre de sus hijos, Amaia, de casi cuatro años, y Luca, de 2, a quien conoció en 2017 durante el rodaje de la primera temporada de La casa de papel donde trabajaba en el departamento de vestuario.

Empezaron a salir tres años más tarde y, desde entonces, han mantenido una relación muy discreta. La familia vive en un oasis ubicado a las afueras de Madrid, en un chalé con un extenso jardín y una piscina con el que se han alejado del caos de la capital.

En su currículum también están las series El Cid (2020-2021), Cristo y Rey (2023) y Mano de hierro (2024), las películas ¿A quién llevarías a una isla desierta? (2019) y Disco, Ibiza, Locomía (2024), las obras teatrales Equus, Matar cansa, La vengadora de las mujeres ya nivel musical el álbum La noche (2022).

PREGUNTA.– ¿Cómo era aquel chaval que fue árbitro durante unos cuantos años y que montaba escenarios por poco dinero?

RESPUESTA.– Recuerdo esa época maravillosa porque siendo árbitro iba con mi mejor amigo de la infancia, nos pegamos unos madrugones tremendos para irnos a pueblos y sitios inhóspitos de Murcia. Hacíamos nuestro dinerillo. Tenía 14 años. Y luego, la época de mis inicios teatrales, cuando había tanta hambre, también el recuerdo muy bien. Fíjate, en esa época yo era muy feliz. A veces, en mis malos momentos, pienso: "¿Cómo puede ser que en ese momento de curro, que uno estaba haciendo lo que podía, tenía mucha más ilusión que ahora?".

Lorente durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Lorente durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto E. E.

P.– Oye, ¿ser del Atleti imprime carácter?

R.– Sí, pero sobre todo lo que imprime es la capacidad de sufrimiento (ríe). Gracias a ser del Atleti uno se va a sufrir mejor, ¿no? Cada vez que voy al campo, digo, bueno, otro mal día, no pasa nada.

P.– ¿Cómo se enfrenta un actor, tanto desde el punto de vista profesional como personal, al tétrico y complejo mundo de la trata de blancas?

R.– Es una pregunta complicada de responder. Lo primero que hice fue tener muchísima información, sobre todo la que nos proporcionó Lino. Me daba miedo utilizar nuestra voz para hablar de un problema del que estábamos muy alejados. Encontramos que la única solución era saber cómo funcionaba ese mundo e intentar tocarlo con el máximo respeto dentro siempre de los corsés que nos obligaban los personajes que estábamos construyendo. Porque al final, para mi personaje, Germán, no es su lucha. Él tiene su historia, sus guerras internas y parece que es un mundo al que más o menos está acostumbrado. Para mí, darle esa normalidad fue algo que me costó mucho. Todo parecía un drama brutal.

P.– Sigue siendo un tema bastante desconocido en nuestro país, parece como que eso sólo ocurre en los países asiáticos o en Europa del Este.

R.– Sí, porque bajo el telón de la normalidad se ocultan millones de mafias, millones de cosas que están promulgando este tema y que no nos damos ni cuenta. Sinceramente, tampoco era consciente del nivel de gravedad. Hasta que uno se pone a investigar y a desmenuzar un poco el tema es muy fuerte.

P.– ¿Crees que sería necesario establecer un debate para tomar conciencia de que esto existe cerca de nosotros?

R.– Sí, y sería súper interesante poner a disposición de la sociedad unos principios para que estas cosas nos llamen mucho más la atención. Deberíamos tener un diálogo entre nosotros para que cuando nos enteremos de cosas así obremos en consecuencia. Pero ¿sabes qué pasa? Al final a mucha gente le da absolutamente igual. No les compete y son luchas que, como no les afectan, no se hace nada por erradicar. Pero sí, creo que es un debate que debe abrirse.

P.– Y siguiendo con los debates, hay uno que lleva coexistiendo desde hace muchos años, ¿se debería legalizar la prostitución y las drogas en nuestro país?

R.– Mira, es un tema, que, que… No me pronuncio, ¡¡¡eh!!!

P.– Perteneces a este nuevo star system que han creado las plataformas de streaming. ¿Hasta qué punto eso causa vértigo para lo bueno y para lo malo?

R.– Pues me ocurre todo el rato tanto para lo bueno como para lo malo. Fíjate, cuando lo tenemos, porque lo tenemos y da miedo a perderlo y cuando no lo tenemos, porque no lo tenemos. Me siento muy agradecido y prefiero tener este conflicto. O sea, prefiero tener miedo a dejar de trabajar que estar sin trabajo. Hay una especie de presión continua, parece que tenemos que mantener algo que hemos conquistado. Y todos los días me recuerdo que no es así. La relación que tengo con mi trabajo no es la del éxito que ha tenido un proyecto u otro. Son los motivos y los motores emocionales que me hicieron querer dedicarme a esto. Muchas veces, cuando deposito mi ilusión por el trabajo, en mantener algún éxito o en querer que las cosas funcionen muy bien, estoy triste, ¿sabes? Cuando pierdo un poco el foco e intento crearme demasiada expectativa, querer que las cosas salgan de forma ideal, ahí se genera la ansiedad. Y lo paso un poquito mal.

P.– Al convertirte en famoso y reconocible en más de un centenar de países gracias a La casa de papel eres pasto, al igual que muchos de sus compañeros, de ese interés creciente que hay por la vida privada de los actores y actrices. ¿Cree que debería cambiar, matizar o crear una ley que delimite aún más el ámbito de la privacidad y la intimidad?

R.– Me parece interesante porque creo que una de mis grandes guerras y dramas personales ha sido la de no saber cómo gestionar eso, porque lo que tiene que ver con mi trabajo... tiene varias fases. Si me quiero dedicar a algo, más o menos me formo, en mi caso he estado muy comprometido con mi formación y, de alguna forma, he estado dispuesto a meterme en ciertos lugares para la construcción de personajes. De repente, tu trabajo se exponen y a esto no estamos preparados. Pero bueno, más o menos, entiendes que es una forma de que tu trabajo llegue a la gente y encuentras la parte positiva e incluso el agradecimiento de que eso suceda.

P.– Hasta ahí vamos bien, ¿no?

R.– Sí, pero esa brecha que hay entre exhibir tu trabajo e intentar meterme en la vida de Jaime porque creo que lo conozco, porque lo he visto en una pantalla, me parece injustificable, insalvable, ¿no? Oh mar, yo nunca he vendido mi vida. O sea, nunca me he dedicado a esto para que la gente quiera saber lo que yo opino dentro de mi casa. Porque yo, al final, no hago ningún trabajo de Jaime Lorente ¿no? Yo no he decidido ir a un plato de televisión a vender mi vida ya contar mis cosas para sacar rédito de ellas. Puedo entender el interés por la figura en muchos casos, aunque sinceramente muchas veces digo quién puede tener interés por mi figura. Esto lo pensé inicialmente. ¿Quién tiene interés por...? ¿Perdona? ¿Por mi figura? yo no lo entiendo, es una cosa que... pero bueno, cada cual tiene sus cosas.

Jaime Lorente durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Jaime Lorente durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto E. E.

P.– ¿Cómo le afecta?

R.– De repente me siento muy débil, vulnerable, sin la capacidad de ser como una persona normal. Siempre digo "joder, yo me traiciono 20.000 veces al día, ¡hostia!". Yo me equivoco y hago cosas mal, otras las haré bien. A veces estás en un contexto con un momento vital que no te permite hacer las cosas bien. Y también me daría gusto tener ese espacio para ayudarme y no tener siempre la pistola en la frente cada vez que doy un tropezón. Porque entonces ya vivo con un miedo que alucinas. Y eso sí que me sucede, ¿sabes? Y tengo como... siento mucha inseguridad hacia las cosas que hago. ¿Esto es así o es de otra manera? Así la vives en... ¡Buah! Una presión.

P.– Pues menos mal que no estás en Hollywood, porque con la cantidad de locos que se cuelan en las mansiones de los actores...

R.– Pues encuentra la manera, es increíble, pero la encuentran de una manera u otra.

P.– A este respecto, ¿qué proyecto rechazó para ir a Hollywood?

R.– ¿Sabes qué pasa? Que firmamos un contrato de confidencialidad cuando nos propusieron todo eso, por lo que no me dejan decir qué proyecto. Pero fue una gran anécdota, una gran anécdota (risas).

P.– Cuéntenos más...

R.– Me querían hacer una prueba y sin tener ni idea de inglés me preparé cuatro cosas aquí, hice un self-tape y lo envié. Pensando que jamás me iban a llamar, pues oye, lo hicieron, y fue allí con toda mi cara a hacer la prueba. Cuando el director se enteró de que no hablaba inglés, dijo, "bueno, vamos a hacer la prueba porque te has pegado un viaje a Los Ángeles. Estás completamente loco". Sí que es verdad que buscaban un actor muy de mi perfil y querían que lo hiciese, pero fíjate que luego la película no terminó de salir. Así que lo mismo dentro de un año te pego y te digo: "Vete al cine a ver esta peli".

P.– ¿Está aprendiendo el idioma?

R.– Sí, estoy tomando clases porque ahora mismo es un momento donde esto me apetece mucho. Antes no.

P.– Si rodara en otro país, conllevaría estar alejado de la familia unos meses. Con lo familiar que es usted, ¿cómo lo gestionaría?

R.– Sí, yo siempre digo que voy a priorizar más a mi familia que el trabajo. Si de repente surgiera algo donde creyera que estaría demasiado tiempo fuera de los míos creo que no lo cogería.

P.– Su profesión engatusa muchísimo, ha de tener los pies bien puestos en la tierra para no dejarse conquistar por el glamour.

R.– Sí, y además luego sucede una cosa ya que no porque un trabajo tenga mucho éxito significa que sea muy bueno. No podemos olvidar que este es un trabajo muy complicado en el que normalmente casi todas las cosas que vamos a hacer van a ser malas. Nos pasa a todos. ¿Cuántas grandes películas hay, cuántos grandísimos trabajos hay? Nada de tantos. Es muy posible que a veces nos encontremos con un trabajo que no salió como esperábamos porque no estamos tan finos o que nos ha costado más llegar a construir el personaje. Esto pasa, ¿no?.

P.– ¿En qué medida es más difícil gestionar un éxito que un fracaso?

R.– En la medida que te creas responsable de ese éxito te puede dar una falsa sensación de poder que poco te va a favorecer en tu día a día y en tu trabajo. Hay unas expectativas que depositan los demás en ti y en la pérdida de realidad. Al final, gestionar un éxito significa darse cuenta de que ha participado en algo que ha funcionado y los elementos que han hecho que funcionan no los sabes, porque, si no, todo el mundo utilizaría los mismos. Y también que has tenido la suerte de participar en eso, pero no es gracias a ti. Has sido parte, pero no es gracias a ti. Es tal la paja de los actores que pensamos que nuestro curro es lo más importante y no es así. Entonces, eso te puede... Lo único que te produce es ganas de más éxito y más éxito, pero como que cada vez que hagas algo lo más normal es que no funcione, vas a entrar en un pozo del que luego es difícil salir.

Jaime Lorente durante la presentación de 'Hamburgo'.

Jaime Lorente durante la presentación de 'Hamburgo'. Alejandro Ernesto E. E.

P.– Vamos, que tiene un ego muy bien colocado.

R.– Un amigo me dijo que los actores son gente con mucho ego y con la autoestima por los suelos. En esa combinación hay que encontrar un poco de equilibrio.

P.– ¿En qué momento se ha sentido más violado o vulnerado?

R.– Te diría que, por ahora, no me he sentido así por nadie. Creo más bien que ha sido más un comportamiento hacia mí mismo hmmm… sobre todo con La casa de papel. Cuando tuvo el éxito tan grande, de repente tuve una gran ansiedad. Fue como decir 'joder, es que ahora, como haga algo que no funcione tanto, no voy a ser válido'. Y entonces empecé a machacarme, a dar mi validez sólo en el reconocimiento de los demás. Al trabajar sólo para los demás, me perdí de vista a mí mismo, por lo que me metí en un laberinto muy desagradable. Me di cuenta de que la cosa era mucho más sencilla. Que yo no soy nada del otro mundo para haber hecho un trabajo que haya funcionado y que no haya hecho un trabajo que no ha funcionado tampoco es nada del otro mundo por no haberlo hecho. Al final, esta situación es muy puta.

P.– Parece que a priori no le cueste hablar de sentimientos y mostrar la fragilidad. ¿En qué medida hay cierto miedo de confesar que tienes depresión, ansiedad o un trastorno obsesivo compulsivo y que los productores no confien por miedo a no estar a la altura, cuando debería ser todo lo contrario?

R.– Yo no tengo miedo a eso. Creo que es necesario decirlo y también compartirlo. Hay muchísima gente que ha desarrollado problemas mentales sólo por las redes sociales por el ejercicio de comparación continua de esas vidas falsas que nos quieren vender y que nosotros mismos hemos vendido para pertenecer a vete tú a saber qué. Al igual que muchas personas, no me considero parte de eso, así que creo que tenemos que ser responsables para dar ejemplo y teniendo muchos seguidores decir que yo no te vendo una cosa que no es. Yo no te vendo también mi mierda. En cierto momento compartí una entrevista con un chico de 15 o 16 años que me dijo que lo había pasado muy mal porque en su Instagram sólo veía a gente estupenda, sus compañeros de clase eran mejores que él… Era un sufrimiento y entró en depresión. Y me pregunto. "Coño, podemos utilizar la misma herramienta para darle la vuelta, ¿no?".

P.– Entona en más de una ocasión el mea culpa. Se podría pensar que se trata de un síntoma de debilidad cuando tener la sensibilidad a flor de piel debería ser todo lo contrario.

R.– Sí, y además creo que también es un síntoma de ser muy valiente. De otra forma, cuando intentamos tapar lo que somos y empezamos a poner corazones, a luchar contra nosotros mismos, el resultado es mucho peor. Creo que ya está bien de mostrar este prototipo y de no poder mostrarnos como somos. Yo me hago fuerte diciendo a los otros que tengo debilidades. Me quiero poner las cosas fáciles y decir, oye, chicos, que sí, que muy bien, pero esto es así y así. A veces me siento una mierda, las cosas no me salen bien ya veces no es fácil gestionarlo. Por mucho que haya conquistado algún tipo de lugar, sigo teniendo los mismos miedos y no pasa nada. Creo que casi todos los hombres no hemos tenido un referente de un tío que se abra y diga "oye, estoy mal". A mí me pasa con mi hijo, le veo y digo "tío, yo quiero que tengas espacio y la libertad de expresarte, de comunicarte como quieras, de hacer lo que le dé la gana".

P.– Mejor pensemos que mostrar debilidad es en el fondo un signo de fortaleza.

R.– ¡Por supuesto! No me creo a nadie que sea un trozo de hierro al que no le afecta nada, que no tenga miedos, inseguridades, que no sepa gestionar. No me lo creo, no me lo creo.

P.– ¿Podría profundizar un poco en ts debut como director con El mal hijo?

R.– Cuando se habla de la adicción, siempre hablamos del propio consumo, del propio tóxico, ¿no? Pero creo que uno de los estragos más pesados que producen la droga es cómo destruye las relaciones de la familia, cómo afecta a la gente de alrededor. Así que ¿qué viene primero? ¿El trauma o la adicción? ¿Cómo se trata la adicción como una enfermedad primaria o como una enfermedad que se desarrolla a través del trauma?