
Vista aérea de Ferrol.
Ofrecido por:
El 'Me Too' contra un maltratador en Ferrol: "Parece que tiene que matarnos para meterlo preso"
Dieciséis mujeres que nunca se conocieron entre sí pasaron por un infierno con el mismo maltratador. Hoy, juntas, han creado un perfil en redes sociales -Berta Dopico- para alertar de que él sigue libre, en paradero desconocido, con causas judiciales abiertas y nuevas víctimas a sus espaldas
Te puede interesar: Un programa acercará testimonios de violencia de género a 50 centros escolares de Galicia
Berta Dopico Fajardo no es una usuaria de Facebook al uso. Berta Dopico o, 'Las Bertis' -como se llaman cariñosamente entre ellas-, es el pseudónimo tras el que están 16 mujeres que han pasado por el mismo infierno: el mismo maltratador.
Mujeres desconocidas que no descansaron hasta encontrarse, sostenerse las unas a las otras y tener la generosidad y el valor de contar su historia a través de las redes sociales para dar la voz de alarma y poder así evitar que otra mujer más pase por lo mismo, ya que su maltratador todavía sigue suelto y en paradero desconocido.
Lo que estas mujeres relatan haber vivido a este periódico es innombrable, pero más lo es que después de seis denuncias por violencia de género -cuatro de ellas en activo-, cuatro órdenes de alejamiento en vigor y tres juicios pendientes, este hombre de Ferrolterra siga todavía gozando de su libertad.
Berta Dopico es un perfil que no pretende concienciar sobre la violencia de género a través de sus historias. Es una denuncia viva que evidencia los fallos de un sistema judicial que ha permitido que una persona con antecedentes tan graves y juicios todavía pendientes, siga en la calle, suponiendo un peligro real y presente para las mujeres.
Aislarlas, controlarlas y vivir a su costa: su modus operandi desde hace dos décadas
Desde 2007 hasta la última denuncia, interpuesta a principios de este año, han pasado casi dos décadas en las que este sujeto se dedicó a destrozar la vida de -que se sepa hasta el momento- al menos 16 mujeres. Su modus operandi siempre es el mismo, al igual que el perfil de sus víctimas:
mujeres con trabajo estable, independientes económicamente, con vínculos familiares débiles o con la familia lejos. Condiciones ideales para aislarlas, ejercer el control absoluto y sostenerse, además, económicamente a su costa.
Todo comienza en redes sociales, a las que ellas llaman su "coto de caza", desde las que escribe a mujeres mostrándose como una persona con un fuerte compromiso social, principios morales e incluso discurso feminista, y que no oculta su vulnerabilidad ni su supuesto deseo de dejar atrás el consumo de drogas.
"Quiere seguir recordándote que eres su víctima, quiere seguir manteniendo ese vínculo contigo"
"Me decía que quería dejar de consumir, que si lo podía ayudar... y debió de ser lo que necesitaba escuchar, porque me lo creí", cuenta Celia (nombre ficticio). "Al final parecemos María Teresa de Calcuta, que los queremos salvar a todos", reflexiona, como bien nos han inculcado a las mujeres en todas las narrativas del amor romántico tóxico, de 'cuidar al hombre roto,redimir al chico malo'.
Pero esa faceta dura poco. Pronto llega el aislamiento, los insultos, las amenazas, vejaciones, robos, maltrato físico y sexual. Todas relatan cómo les robaba dinero para su consumo e incluso sus propios coches, cómo las golpeaba o cómo se quitaba el preservativo sin consentimiento, llegando a contagiar a varias de ellas del virus del papiloma humano.
Un infierno que se agudizaba en su casa, que ellas mismas llaman "la casa de los horrores", pues "podía hacer con nosotras lo que le diera la gana, no hay vecinos, no hay casas alrededor... de hecho, Marta (nombre ficticio) escapó por la ventana del cuarto de baño y se quedó en el monte, escondida toda la noche a la intemperie", recuerda Celia.
Escapar de él -el verbo con el que se identifican para hablar de cómo pudieron salir de ese infierno- fue un calvario para todas. De hecho, algunas de ellas pusieron tierra de por medio mudándose a otras lugares, algo que no impidió que él las siguiera acosando durante años amenazándolas con cientos de mensajes o amedrentando a las que sí se quedaron en la comarca merodeando alrededor de sus casas porque "quiere seguir recordándote que eres su víctima, quiere seguir manteniendo ese vínculo contigo", explica Celia.
Condenado tres veces, reincidente siempre
Su primera pena de prisión fue en 2008: 20 meses de cárcel por agredir a su pareja, quemarla con un mechero y amenazarla de muerte con un cuchillo en el vientre diciéndole que iba a "abrirla en canal", mientras estaba embarazada de él. Decidió no seguir adelante con la gestación, pero otras cuatro mujeres sí lo hicieron. Él no se ha hecho cargo de ninguno de esos hijos.
La segunda fue en 2016: cinco años de cárcel de los que, finalmente, cumplió tres. "Me cogía del pelo, me escupía, tiraba al suelo, me ponía el brazo negro a puñetazos, una vez lo presenció su madre y ella se dignó a decirme que abortase", recuerda Celia. Estaba embarazada de tres meses cuando decidió, por su hijo, no aguantarlo más y dar el paso de denunciar.
A Celia le daba un vuelco al corazón cada vez que éste salía de permiso, "tenía miedo de que me viniera a buscar al trabajo, pegarme una puñalada y dejar a mi hijo solo", recuerda entumecida. Por eso avisaba al resto de víctimas cada vez que él salía. En ese círculo de alerta mutua encontró también el apoyo y consuelo que necesitaba.
También recuerda la falta de empatía de ciertos agentes policiales, como una vez que le vio pasar en el coche, llamó a la policía y éste le dijo: "¿Estás segura? ¿Sabes que con esto lo mandas preso?".
"Yo no meto en la cárcel a nadie. Si va es porque él se lo ha buscado", sentencia, y añade: "Te juzgan a ti, los maltratadores van a sus anchas".
"A la gente se le llena la boca diciendo que si una mujer denuncia por supuestos malos tratos ya va preso. Y este hombre desde que está suelto lleva tres víctimas más"
Una vez excarcelado y lejos de la reinserción, nuevas víctimas y con ello, nuevas denuncias, no tardaron en llegar. La primera de ellas en 2020: Carmen (nombre ficticio), una mujer de Vilagarcía de Arousa, quien denunció en varias ocasiones y todavía sigue a la espera de juicio.
En 2022, Patricia (nombre ficticio) le denunció por maltrato y por robarle el coche. La jueza, en un primer momento, dictó una orden de alejamiento de cuatro años. Pero en el juicio rápido, salió absuelto, y con ello le fue retirada la orden. Patricia dice haberse sentido "como una mentirosa" y denuncia que, además, tuvo que verle cara a cara en el juicio, pese a haber solicitado no hacerlo.
En 2023, Sonia (nombre ficticio) presentó una nueva denuncia. Su sentencia: trabajos en beneficio de la comunidad. Hasta llegar al presente, donde las mujeres que componen Berta no descansaron
hasta encontrar a la última víctima y acompañarla en el proceso de "escapar" de él y dar el paso de ir a la policía, esta vez, juntas.
"Ya van tres víctimas más porque no le metieron en la cárcel cuando debían"
"A la gente se le llena la boca diciendo que si una mujer denuncia por supuestos malos tratos ya va preso", explica Celia, que lamenta: "Y este hombre desde que está suelto lleva tres víctimas más".
En cuanto se presenta una denuncia por violencia de género, puede activarse el protocolo policial y judicial, pero eso no significa que el presunto agresor ingrese de inmediato en prisión. En muchos casos, el denunciado queda en libertad mientras se instruye el caso, aunque con medidas cautelares como órdenes de alejamiento.
"Está libre porque las penas anteriores prescribieron y se esconde porque espera a que prescriban las demás, y la justicia no hace nada porque todavía no está en rebeldía"
Ahí comienza un proceso judicial que puede durar años si no hay un acuerdo entre las dos partes y se espera a juicio. Mientras, las víctimas padecen un sinvivir hasta que se les hace justicia, siempre con la incertidumbre de que su agresor pueda aparecer en cualquier momento.
El problema es que algunos agresores juegan con esa lentitud del sistema y la ponen a su favor. Aunque los delitos no siempre prescriben rápidamente -dependiendo de su gravedad pueden pasar de dos a diez años o más- la impunidad temporal es real: en esos años, muchas víctimas ven cómo su caso queda paralizado, minimizado o cuestionado.
"Está libre porque las penas anteriores prescribieron y se esconde porque espera a que prescriban las demás, y la justicia no hace nada porque todavía no está en rebeldía", resume una de ellas. "Ya van tres víctimas más porque no le metieron en la cárcel cuando debían, parece que tiene que matarnos para que lo metan preso", sentencia.
Cuando el sistema falla, la sororidad salva
De la impotencia y la aparente impunidad que rodea a este sujeto nació el perfil de Berta Dopico: un espacio de denuncia colectiva, creado para que otras víctimas que aún no han podido alzar la voz encuentren refugio, pero sobre todo, para alertar a nuevas mujeres y posibles víctimas. "No queremos que esto le pase a nadie más, y mientras él siga en la calle, seguirán apareciendo nuevas víctimas", repiten ellas.
El perfil en Facebook suma ya casi 700 seguidores y ha recibido un apoyo unánime al coraje de estas mujeres. Sin embargo, insisten en que, aunque el respaldo digital es importante, sigue faltando apoyo real en las calles. "Me ha escupido y tirado del pelo en plena calle, y la gente pasaba de largo como si no viera nada", recuerda Sandra (nombre ficticio). "Ahí es cuando piensas que no puedes salir de ahí".
A eso se suma el juicio social que también han tenido que enfrentar: "¿Y qué hacías con él?", "con el carácter que tú tienes...", "Yo ya sabía lo que había hecho, pero no quise decirte nada porque no eran cosas mías”, son algunas de las frases que han escuchado de conocidos, autoridades, incluso familiares. Comentarios que, lejos de ayudar, responsabilizan a la víctima y perpetúan el silencio.
Además de apostar por programas educativos con perspectiva feminista, la base -insisten-, lo que ellas reclaman es una reformulación urgente del sistema de justicia ante la insoportable lentitud de los procesos. Por eso, estas dieciséis mujeres están recogiendo firmas para impulsar un anteproyecto de ley que contemple la creación de una lista pública de maltratadores persistentes, como ya existe en países como Estados Unidos o Sudáfrica, con los registros públicos de delincuentes sexuales.
En España, el sistema VioGén (Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género) puede alertar a una víctima si su agresor ha reincidido. Pero ellas lo consideran insuficiente: "Lo que hace falta es un proyecto de ley. Que se fijen en casos reales como este y hagan algo de verdad. No nos podemos quedar en avisar a las chicas de que este hombre anda suelto. Nuestra historia tiene que servir para algo", reclaman, esta vez ya sin miedo. Envalentonadas por la sororidad, por saberse acompañadas. Eso, aseguran, es lo que realmente les ha salvado.