El diccionario sanchezino-español, español-sanchezino es, como casi todos, inmenso. Pero existe una particularidad frente a otros diccionarios: el lenguaje sanchezino está cuajado de trampas. Trampas en forma de mentiras e incumplimientos (lo que el director de su Real Academia llamaría “cambios de opinión”), trampas a modo de tergiversación (sesgando, que es gerundio), y trampas que son engañosos eufemismos (no sólo se trata de que Pedro Sánchez emplee de forma habitual esta figura retórica, sino que él mismo es un flagrante eufemismo; y la propia denominación de “presidente del Gobierno” supone, en su caso, una acuñación eufemística). En consecuencia, puesto que las voces del sanchezino son inabarcables, avancemos en esta primera entrega una minúscula cata.

ULTRADERECHA. Todo aquello (material o intangible, inmortal o perecedero, pluricelular o procariota) que tenga la tentación de no reverenciar con desmedido entusiasmo cada una de las actuaciones de Pedro Sánchez. La consigna también alcanza, por supuesto, a otros militantes y cargos de su partido. En Moncloa, muy próximo al desfibrilador, se encuentra el ultraderechómetro. Este aparato, en función de la avanzada tecnología que conjuga, diagnostica con milimétrica exactitud: quien aplauda con singular alborozo al Sumo Líder, faltaría más, no es ultraderechista; quien en algún momento muestre un atisbo de discrepancia con su persona, cómo dudarlo, ultraderechista al por mayor.

ULTRAIZQUIERDA. Le pasa como al gato de Schrödinger: puede estar viva y muerta de forma simultánea. Todo depende de que sepa situarse donde corresponde. Si se encuentra al servicio del Liderísimo, y el Liderísimo entiende que los acuerdos con ella le benefician, en ese caso no existe la ultraizquierda, porque directamente pasa a ser progresismo fetén. Si por alguna razón la ultraizquierda no estuviera sumisa al Liderísimo, o por algún motivo el Liderísimo percibe que en ese momento no le interesa pactar con tales fuerzas, el racarraca gubernamental sí que sermoneará que existe una desaconsejable y reaccionaria ultraizquierda.

El mismo presidente del Gobierno nos lo explicó con claridad en septiembre de 2019. Había existido la posibilidad de formar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, pero él, siempre haciéndonos soñar, se preocupaba por nuestras vigilias, y así se expresaba ante Ferreras: “Yo sería presidente del Gobierno, y tengo que reconocerle que no dormiría por la noche, junto con el 95 por ciento de los ciudadanos de este país, que tampoco se sentirían tranquilos. Por eso no acepté esa propuesta que me hizo el señor Iglesias”. En enero de 2020 llegaba el Gobierno de coalición. No es que hubiera cambiado nada en la formación morada. Lo que sí cambió es que el Liderísimo había pasado a entender que le convenía (a él) la reseñada coalición. Por eso la ultraizquierda y los gatos existen o no en función de lo que decida Pedro Schrödinger.

SINTINOSOYNADA. Hubo un tiempo en que fue una conocida canción de Amaral. En el vigente Gobierno, tras las elecciones del 23 de julio, viene significando Puigdemont.

PUIGDEMONT. Prófugo golpista cuyas ideas xenófobas nunca ha disimulado. Acepción que puede fácilmente constatarse, pero el sanchezino, tan inquieto siempre por los bulos y la desinformación, cataloga a Carles como progresista.

PROGRESISTA. “Los que tengo yo en mi lista”, debió pensar Pedro Sánchez mientras barruntaba su ONG: Pretenciosos Sin Escrúpulo. Al ser el fundador de esta Organización No Gubernamental de carácter solidario, él cuenta con la potestad de repartir los carnés de progreso en función de su ombligo. Un ombligo que, según las últimas estimaciones, dejaría ya pequeño a TON 618: contemplado como el agujero negro más grande del universo que, al parecer, alcanza los 66 mil millones de masas solares.