Es el momento perfecto para mirar hacia atrás y analizar los avances conseguidos, pero también para examinar los retos que aún enfrentamos las mujeres para llegar a posiciones de liderazgo. A lo largo de los años hemos sido testigos del esfuerzo y la determinación de muchas que se han abierto camino en sectores donde la presencia femenina sigue siendo minoritaria. Sin embargo, las barreras estructurales siguen presentes, no solo en el mundo empresarial, sino también en el Tercer Sector, un ámbito en el que tengo la suerte de trabajar.
Los datos hablan por sí mismos, según el informe Women in Business 2025 de Grant Thornton, la representación femenina en puestos de responsabilidad en España ha descendido al 38,4%. La caída es más acusada en los niveles más altos de liderazgo, con solo un 19,3% de mujeres en el cargo de CEO y un 4,5% en la presidencia de empresas. Aunque España sigue superando la media europea (34%) y global (34%), estos datos reflejarían la persistencia de barreras en el acceso a la alta dirección.
De hecho, por sectores, esta brecha en la representación femenina se refleja con casi un 35% de mujeres en los consejos de administración de empresas cotizadas (CNMV, 2023); un 41,6% en puestos de responsabilidad en la Administración General del Estado (Instituto Europeo para la Igualdad de Género, 2024); y un 26,3% de cátedras ocupadas por mujeres en el ámbito académico (Ministerio de Universidades, 2024).
En el Tercer Sector, aunque la presencia de mujeres en órganos de gobierno y presidencia es mayor que en los ámbitos ya comentados, aún existen diferencias en el acceso a los puestos de mayor responsabilidad y en la gestión de recursos.
Según el estudio La presencia femenina en el Tercer Sector 2025 de Fundación Lealtad, basado en una muestra de 284 ONG Acreditadas con el sello 'Dona con Confianza', las mujeres representan el 74% de las personas empleadas en estas organizaciones. Sin embargo, su acceso a los puestos de máxima responsabilidad sigue siendo desigual. El 51% de las ONG Acreditadas están dirigidas por una mujer y solo el 43% cuentan con una presidenta.
Pero es en la gestión de recursos dónde están las diferencias más significativas. Las ONG presididas por mujeres administran, en promedio, un 41% menos de presupuesto que aquellas lideradas por hombres, con un gasto medio de 4,3 millones de euros frente a los 7,3 millones de euros en organizaciones con presidentes varones. Esta brecha también se refleja en la dirección general, donde las entidades encabezadas por mujeres manejan un 28% menos de presupuesto.
¿Por qué persisten estas desigualdades? ¿Qué factores o barreras están frenando la equidad? En mi opinión, las razones detrás de esta brecha son diversas y van desde patrones de liderazgo hasta dinámicas estructurales dentro de las organizaciones. Mientras que la dirección general suele alcanzarse mediante una progresión interna dentro de la organización, la presidencia depende en gran medida de procesos de libre designación, donde podrían influir sesgos estructurales y dinámicas de red que limitan la presencia femenina. En muchos casos, se priorizan perfiles con trayectorias consolidadas en el ámbito empresarial o académico, sectores en los que la representación femenina sigue siendo menor.
Si ampliamos el foco al Tercer Sector, veremos que los modelos de gobernanza más abiertos y participativos han impulsado una mayor presencia femenina en los órganos de dirección. Por ejemplo, el mismo estudio revela, si atentemos a la forma jurídica, que las asociaciones cuentan con más mujeres en sus juntas directivas (53%) que en los patronatos (43%), una diferencia que también se refleja en la presidencia, con un 49% en las asociaciones frente al 37% en las fundaciones.
Además, la antigüedad y el tamaño de las organizaciones también parecen influir: en las ONG creadas en el siglo XXI, las mujeres ocupan el 53% de los órganos de gobierno, mientras que en las fundadas antes del año 2000 este porcentaje desciende al 46%. El ámbito de actuación marca otra diferencia, con un 52% de mujeres en puestos de dirección en ONG de acción social, frente al 44% en las de cooperación al desarrollo.
Detrás de las cifras hay historias de mujeres que, con esfuerzo y determinación, han ido abriéndose camino en el Tercer Sector. Son profesionales con trayectorias consolidadas, que han asumido responsabilidades clave en sus organizaciones y trabajan cada día por impulsar cambios reales en la sociedad. Muchas de ellas han superado barreras invisibles y han demostrado que el liderazgo femenino no solo es posible, sino también necesario para la evolución del sector.
Su presencia en puestos de responsabilidad no solo refleja un avance en materia de igualdad, sino que también contribuye a construir organizaciones más diversas, representativas y conectadas con la realidad de las comunidades a las que sirven.
Con todo, considero que, para seguir avanzando hacia un liderazgo más equitativo, es fundamental visibilizar estos desafíos y adoptar estrategias que faciliten el acceso de las mujeres a puestos de decisión. Conocer la situación actual a través de estudios como los mencionados es el primer paso. Si el Tercer Sector aspira a ser un referente en diversidad y equidad, debe asegurarse de que sus estructuras de liderazgo reflejen realmente esos valores.
*** Ana Benavides es directora general de Fundación Lealtad.