
El presidente de Ecuador y candidato a la reelección Daniel Noboa habla a los medios de comunicación mientras el consejo electoral dice que ha ganado las elecciones presidenciales, en Santa Elena, Ecuador 13 de abril 2025. Reuters
Noboa afianza su poder en Ecuador con una estrategia de ‘mano dura’ en el país más violento de América Latina
Pese a haber incumplido el grueso de sus promesas electorales, el joven empresario vuelve a capitalizar en las urnas su discurso beligerante contra los grupos de crimen organizado y el rechazo hacia la figura del expresidente Rafael Correa.
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Daniel Noboa no esperaba ganar. O, al menos, no esperaba ganar así, con más de diez puntos de ventaja sobre su rival, la candidata correísta Luisa González, que dice adiós a sus opciones de convertirse en la primera presidenta electa de la historia de Ecuador. El resultado es inapelable; la diferencia supera el millón de votos. El presidente-candidato de Acción Democrática Nacional (ADN) concentró el 55,66% de las papeletas, según el recuento definitivo del Consejo Nacional Electoral (CNE), mientras que González obtuvo el 44,34%, sólo unas décimas más que en la primera vuelta. Un resultado decepcionante de la candidata de la Revolución Ciudadana (RC), que no sumó los apoyos esperados de su alianza con el movimiento indígena Pachakutik, cuyo candidato a la presidencia, Leónidas Iza, quedó en tercera posición en primera vuelta.
Lo más intuitivo era pensar que el medio millón de votos en manos de Iza serían decisivos de cara a la segunda vuelta. El propio Noboa temía, de hecho, que sucediera algo parecido a lo que sucedió el pasado 9 de febrero. Una victoria ajustada que, en esta ocasión, forzara un recuento agónico con resultado adverso o, en el peor de los escenarios, una sonora derrota que tumbara su carrera política.
Quizá por ese motivo, por miedo a perder, Noboa evitó pasar la noche electoral en Quito. El joven empresario, heredero de la mayor fortuna del país andino, siguió el recuento desde su mansión del pueblo costero de Olón, en compañía de su familia. El presidente de Ecuador, sin embargo, acabó la noche electoral celebrando su reelección a casi 500 kilómetros de distancia de la capital.
Esta vez, la aspirante de la izquierda, que ya salió derrotada, de nuevo frente a Noboa, en las elecciones anticipadas de 2023, no reconoció los resultados. La líder correísta, que ya había verbalizado en la recta final de la campaña sus sospechas de fraude, se apresuró a impugnar el recuento. En las filas del movimiento que lidera desde su exilio autoimpuesto el expresidente Rafael Correa temían que Noboa no asumiera su más que probable derrota, pero el guion cambió de súbito a medida que avanzaba el escrutinio. Ahora, es González quien no reconoce el fracaso.
La plana mayor del correísmo, con Luisa González a la cabeza, se comprometió a reunir cuanto antes pruebas concluyentes que respaldaran sus acusaciones. Pruebas concluyentes que, de momento, no tienen. “Si bien han anunciado un listado de anomalías y han planteado llevarlas ante el Tribunal Contencioso Electoral, no estoy segura de si serán suficientes para que el resultado pueda revertir el veredicto popular”, reconoce la consultora Caroline Ávila Nieto en conversación con EL ESPAÑOL.
A expensas del pronunciamiento definitivo de los observadores electorales, nada parece abonar la hipótesis de fraude. “Las denuncias no tienen sustento”, traslada a este periódico Ana María Correa Crespo, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad San Francisco de Quito. “Fueron, además, las elecciones con mayor supervisión”. Ayer, uno de los organismos encargados de vigilar el proceso electoral con más prestigio, la Organización de Estados Americanos (OEA), avaló los resultados que ofreció el Consejo Nacional Electoral. Sus datos coinciden.
¿Qué busca el correísmo con estas denuncias? “Probablemente, mantener el foco de atención, evitar la desbandada de su propio movimiento y seguir en la conversación”, explica por correo Ana María Correa. “La denuncia del fraude estructural podría convertirse en una herramienta discursiva para erosionar la gobernabilidad de Noboa, especialmente en sus primeros 100 días de mandato”, indica por su parte Ávila Nieto.
No parece, sin embargo, que la estrategia vaya a ser efectiva. De hecho, las acusaciones han abierto las primeras grietas en el seno de la Revolución Ciudadana. “Paradójicamente, algunas figuras del propio correísmo, como el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, y sus colegas correístas en Pichincha y Manabí han reconocido al gobernante reelecto, y mostraron públicamente una postura distinta al discurso de Luisa González”, añade la consultora ecuatoriana.
Poco de lo que presumir
Noboa lleva en la presidencia un año y medio, poco tiempo para extraer conclusiones definitivas pero suficiente para hacer balance. En dieciocho meses, el hijo del magnate bananero Álvaro Noboa —que se presentó a la presidencia hasta en cinco ocasiones, sin el éxito que su vástago cosechó a la primera— se ha convertido en una figura casi tan polarizadora como Correa, que ocupó la presidencia durante diez años.
En este periodo, Noboa no sólo no consiguió resolver la grave crisis de seguridad que sufre Ecuador, sino que, pese a los sucesivos estados de excepción y a la militarización de las prisiones, la agudizó. El país andino es hoy el más violento de América Latina, según los datos de Insight Crime. De acuerdo con esta organización, el pasado año se produjeron 38 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Cifras alarmantes.
Durante su etapa en la presidencia, además, Noboa protagonizó un choque institucional inédito con su ya exvicepresidenta, Verónica Abad, “desterrada” a Israel, según denunció la propia Abad en una entrevista con este periódico publicada el domingo, y ordenó asaltar una embajada —en concreto, la Embajada de México— para detener a Jorge Glas, el exvicepresidente de Correa condenado por corrupción, que había recibido asilo político por parte del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Vulneraciones de la Constitución y del derecho internacional.
Noboa, sin embargo, permanecerá cuatro años más en el Palacio de Carondelet. Como mínimo, hasta 2029. Dispondrá del tiempo que no ha tenido para cumplir sus promesas. El columnista Santiago Basabe-Serrano escribe en las páginas del digital Primicias que su “aplastante” victoria “refleja más los temores a González que una señal de aprobación a su Gobierno”. Sin cambios radicales, apunta, la realidad del presidente puede cambiar pronto.
“Dado que su período transitorio terminó, considero que la opinión pública será más severa en demandar cuentas a Noboa”, anticipa en esta línea Ana María Correa, quien considera probable que el presidente “endurezca sus políticas contra el crimen organizado, además, en la perspectiva de que no se pudo recapturar a alias Fito [José Adolfo Macías, líder del grupo criminal de Los Choneros, que consiguió escapar en enero de la prisión de máxima seguridad de Guayaquil]”.
A Noboa le funcionó en campaña la estrategia de mano dura contra el crimen organizado. Una estrategia que, sin embargo, no ha dado resultados tangibles durante sus meses al frente del Gobierno. De todos modos, el mandatario ecuatoriano trató de revertir su gestión controvertida en esta materia invitando al país a Erik Prince, fundador de Blackwater, la compañía militar privada que saltó a la fama durante la invasión estadounidense de Irak.
Noboa aprovechó la estancia de Prince en Guayaquil, que coincidió —y no por casualidad— con la campaña de la segunda vuelta, para sellar una “alianza estratégica” con el contratista norteamericano.
¿Efecto Trump?
El presidente de Ecuador también supo sacar petróleo de su cercanía con la Administración de Donald Trump. No en vano, Noboa fue uno de los contados líderes internacionales invitados a su ceremonia de inauguración en el Capitolio, y le visitó el pasado 30 de marzo en su residencia de Mar-a-Lago en compañía de su esposa, la influencer Lavinia Valbonesi.
En la madrugada del lunes, poco después de que el CNE emitiera los resultados, Trump le felicitó a través de su plataforma Truth Social. “Será un gran líder para el maravilloso pueblo de Ecuador. ¡No los defraudará!”, escribió el mandatario estadounidense.
“La influencia de Trump sobre la relación entre Ecuador y Estados Unidos fue una carta que Noboa jugó sin contrapeso”, señala Ávila Nieto. “El silencio de la campaña de González sobre política exterior fue un error de cálculo. La decisión fue acusar y desprestigiar los gestos de Noboa —la foto, el viaje, las declaraciones sobre las deportaciones—, pero al no tener otra opción, el electorado se jugó por lo que al menos era una posibilidad”.
Mientras Noboa presumía de contactos en Washington, González no atinaba a condenar el régimen de Nicolás Maduro. En una entrevista reciente con EL ESPAÑOL, el candidato a la vicepresidencia de la Revolución Ciudadana, Diego Borja, evitó condenar la represión del chavismo sobre los manifestantes que salieron a las calles de Venezuela para denunciar el fraude electoral del 28 de julio pasado.
“Estamos radicalmente en contra de la injerencia en los países latinoamericanos, y somos proclives a la resolución interna de los conflictos”, se limitó a decir Borja, que evitó, según sus palabras, “caer en la lógica de sacar a Venezuela siempre de la caja de herramientas para combatir el progresismo”.
“Creo que es un factor que pesó en el electorado. La amistad y cercanía de Luisa González con los regímenes de Maduro y [el nicaragüense Daniel] Ortega, versus las imágenes del encuentro de Noboa con Trump”, considera en este sentido Ana María Correa.
“El nuevo mandato de Daniel Noboa arranca con una doble expectativa: mostrar firmeza en materia de seguridad y liderazgo económico, pero también mantener cohesión política en un entorno altamente polarizado”, vaticina Ávila Nieto. “En cuanto a su estilo de gobierno, es probable que veamos una versión más pragmática y ejecutiva, con tendencia al hiperpresidencialismo. Noboa ha demostrado estar dispuesto a romper reglas formales para mostrar resultados, por lo que una deriva autoritaria, especialmente en términos de concentración de poder, no puede descartarse”, advierte.
“En materia de seguridad —prosigue la consultora—, todo indica que sí habrá un endurecimiento: se espera una agenda de choque contra el crimen organizado, con gestos simbólicos inmediatos (militarización, reforma judicial, más cárceles) y alianzas estratégicas con Estados Unidos”. Con Trump, Noboa discutió, precisamente, este tipo de cuestiones. El desafío, dice Ávila Nieto, será evitar que ese endurecimiento “derive en medidas que comprometan derechos humanos o debiliten el ya frágil equilibrio institucional”.