
La 'influencer' desvela momentos clave de su vida en su primera obra. D.R.
Paula Ordovás sobre su novela: "Dudé de si mis recuerdos eran reales o imaginados. Eso pasa con el abuso infantil"
La creadora de contenido presenta su primera obra, centrada en su trayectoria y sus experiencias hasta hoy.
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Paula Ordovás ha sido durante años un referente de estilo de vida, de la moda, del emprendimiento digital, y del éxito profesional.
Pero tras esa imagen había una historia silenciada durante mucho tiempo que por fin se ha decidido a contar. Porque a veces, la única forma de sanar es nombrarlo. Y hacerlo en voz alta.
En La chica de los ojos marrones (Espasa, 2025), su testimonio más íntimo, Paula rompe su coraza para contar, por primera vez, los traumas de su infancia, la compleja relación con su madre, el abuso, el dolor no nombrado, la autoexigencia extrema y el camino que la llevó a tocar fondo y empezar de nuevo.
"Hoy me he olvidado de aquella superwoman que me empeñé en ser. Hoy muestro mi verdadero yo, con todas y cada una de mis grietas", explica.
“Érase una vez una niña de ojos marrones y corazón en la sonrisa. Quería conocerlo todo, quería jugar, quería reír. Cuando solo tenía cuatro años, su vida cambió para siempre. Un adulto hizo añicos su inocencia. Esa niña de ojos marrones era yo”.
¿Cuándo decides que es el momento de contarlo?
Decido decirlo cuando estoy sumida en una depresión y siento que necesito darle voz a mi historia para poder liberarme.
¿Qué fue lo más difícil de darle voz?
Lo más duro fue pensar que podía hacer daño a mi entorno, sobre todo a mis hermanos. Porque al final, parte de mi historia también es la suya. Y no todo el mundo está preparado para sanar al mismo tiempo. Les adoro, les respeto… y eso fue lo que más me costó.
Hay un punto de inflexión clave en tu historia: una carrera en Tokio a la que tu padre te acompaña. ¿Qué significó para ti? ¿Qué pasó realmente allí?
Tokio lo significó todo. Fue la enfermedad de mi padre y, a la vez, recuperar a mi padre. Era mi último Major. Con esa maratón completaba el reto de correr las seis grandes del mundo, algo que solo habían conseguido 58 mujeres. Me había preparado durante años.
Pero justo cuando estaba en el punto álgido del entrenamiento, a mi padre le diagnosticaron un cáncer. No había estado muy cercana a él, porque de alguna manera necesitaba alejarme de mi pasado. Comprenderlo fue liberador. Me di cuenta de que no solo yo necesitaba sanar, él también.
Yo no perdí a un padre; lo gané.
Y también entendí que ese reto, que tanto me había exigido, no era lo más importante. Lo verdaderamente relevante era abrazar la vida sin exigencias. Empezaba un nuevo ciclo.

Paula Ordovás, posando durante la presentación de su libro. D.R.
Dices que te alejaste de tu padre. ¿Por qué?
Me alejé porque, en el fondo, sentía que mis padres no me habían dado el cobijo que necesitaba para salir adelante. Me sentí desprotegida frente a los abusos.
Y ahora, con terapia, entiendo que le culpé. Mi padre estuvo muy ausente por su trabajo, y supongo que esa ausencia la asocié a lo que me pasó. Y huía de cualquier cosa que me conectara con ese pasado.
¿Y tu madre?
Emocionalmente no estaba preparada. Siento que ha sido narcisista, con una dureza extrema. Supongo que no tenía las herramientas, como tantos padres. Pero sí, me sentí desprotegida. Aún estoy sanando eso.
Ahora que soy madre, hay muchas cosas que no entiendo. No la culpo, no escribí este libro para eso, pero sí necesito distancia para estar en paz.
¿Esa distancia también es perdón? ¿O es otra cosa?
No es tanto perdonar como comprender. A mi padre sí le pude comprender. Y él me comprendió a mí. Nos ayudó el haber estado distanciados tanto tiempo. Como dice Marian Rojas: “Comprender es aliviar”. Pero a mi madre todavía no la entiendo, y por eso no me alivia. Necesito tiempo y distancia.
Nombras a Marian Rojas. ¿Cómo fue llegar a su consulta?
Llevaba años trabajando en mí, pero sin herramientas reales. Fui a una psicóloga que me hizo ver que había algo en mi pasado que me bloqueaba. No conecté con ella, pero me abrió los ojos.
Después, hubo un momento en el que no podía más. Tenía todo para ser feliz, y no lo era. Una pareja que me apoyaba, éxito profesional, una casa, amigos, familia… y yo no estaba bien. Sentía que quería desaparecer.
Entonces contacté con el equipo de Marian Rojas. Me pusieron en lista de espera. Recuerdo la primera sesión. Me preguntó si tenía hijos. Le dije que no, como decía en redes. Y me respondió: “El día que termines esta terapia, estarás embarazada”. No entendí nada… hasta que lo entendí todo.

Paula Ordovás, durante la sesión de fotos de la presentación. D.R.
Has mencionado antes tu cuerpo, como si fuera un campo de batalla. ¿Cómo fue esa relación con él?
Estuve cinco años con amenorrea hipotalámica. Mi cuerpo se paró, literalmente. Había llevado al extremo el ejercicio, el estrés, la exigencia… Tenía un nivel ínfimo de grasa corporal, y muchísima tensión acumulada.
Pero sobre todo era emocional. No podía maternar si no sabía maternarme a mí misma. Y mi cuerpo lo sabía. Me quitó lo más sagrado: mi fertilidad.
Recuperé la menstruación en diciembre de 2023. Mi padre murió en febrero. Y en mayo, estaba embarazada.
¿Qué papel han jugado las redes sociales en tu vida y cómo ha cambiado tu relación con ellas a lo largo del tiempo? ¿Quién era Paula antes en redes y quién es ahora?
Cuando conté mi historia, recibí muchísimo amor. Pero también mensajes del tipo: “¿Entonces todo lo de estos años era mentira?” No era mentira. Era supervivencia. Yo estaba sobreviviendo.
Pero ese perfeccionismo extremo terminó frustrando a mis seguidores, a mi equipo… y a mí misma. Vivía para ser perfecta. Me levantaba a las seis, entrenaba tres horas, trabajaba, me arreglaba para eventos, tenía éxito… Había creado esa vida como refugio.
Pero no se puede vivir eternamente en una zona segura que es una jaula. Ahora, cuanto más me alejo de la perfección, más cerca estoy de mí. Y del mundo.

Paula Ordovás junto a su pareja, Eduardo Nieto. D.R.
¿Soltar y confiar?
Soltar y confiar. Dos palabras muy difíciles para una niña que vivió lo que vivió. Cuando alguien que debe protegerte te roba la infancia…
¿Has recuperado a esa niña?
Tuve momentos felices en la infancia, claro. Pero de los cuatro a los seis años… fue muy duro. Aprendí a disociar, a sobrevivir. Durante años dudé de si mis recuerdos eran reales o imaginados. Eso pasa con el abuso infantil: el cerebro bloquea para protegerte. Con la terapia EMDR, con Marian, pude enfrentarme a todo. Y eso me dio paz. Las cicatrices están, pero ya no duelen.
¿Qué te ha dado escribir La chica de los ojos marrones?
Ha sido mi tabla de salvación. Me ha permitido conocerme. De verdad, no me conocía. Vivía en un cuerpo que no sentía como mío. No sabía que llevaba 36 años con ansiedad, miedo y culpa. Lo tenía tan normalizado que creía que era lo que tocaba.
Autoras de palabra con Rosa, Paula Ordovás
¿Qué representa para ti, la técnica del Kintsugi?
Lo representa todo, es la simbología de mi vida. Resalta las cicatrices, no las esconde. Y les da valor. Ahora no escondo nada. Soy quien soy, con mis heridas. Y también estoy aquí gracias a ellas.
¿Ahora tu vida es tuya, sin filtros? ¿El que quiera quedarse, que se quede?
Así es. Y si alguien se va, está bien también. Un amigo mío dejó las redes sociales cuando entendió que la exigencia de perfección que veía le hacía daño. Y tenía razón. Hasta mi profesión la construí desde ese lugar. Era una rueda sin fin.
Al final, le escribiste una carta a esa niña.
Creo que este libro la honra. Le dice: “No tenías que ser fuerte, pero lo fuiste". Y ahora puedes descansar.
¿Qué les dirías a quienes han pasado por algo parecido?
Que no tengan miedo de pedir ayuda. Esta vida no está hecha para que sepamos gestionarlo todo solos. Pero se puede salir. No quiero romantizar el dolor, pero sí, podemos vivir con luz después de todo.
Recibí miles de mensajes de mujeres diciéndome: “He despertado gracias a tu historia”. Es una pandemia silenciosa. El 85% de los abusos ocurren en entornos cercanos. A los niños se les educa en la obediencia: saluda, besa, abraza a los adultos… y ellos no diferencian.
¿Y cómo es Paula como madre?
Soy entrega total. Cometeré errores, seguro. Pero lo haré desde el amor. Ya no tengo miedo.