Entrevista

Maigua Ojeda, la primera española que conquista los desiertos más salvajes del mundo: “Pensé en retirarme porque podía morir. Pero gané”

La runner toledana se ha alzado con la victoria en el 4 Deserts Grand Slam Plus, tras recorrer los 1.250 kilómetros del ultramaratón en autosuficiencia más exigente del mundo.

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Basta con pasar unos minutos con Maigua Ojeda (Toledo, 1991) para entender que su vida se escribe a golpe de conquistas. Lo sabe el equipo de producción encargado de maquinar su sesión de fotos. Lo intuye la gente que cruza a su alrededor, curiosa por averiguar quién es la modelo.

Ella sonríe, se dirige a ellos con tono juguetón, y en un instante se gana a todos. Maigualida —su nombre completo, que hace referencia a la cordillera del Amazonas venezolano— es carismática por naturaleza.

Pero no es solo su magnetismo lo que la distingue. La atleta ha escrito una página inédita en la historia de los récords deportivos al convertirse en la primera española en vencer el 4 Deserts Grand Slam Plus, el desafío de ultrarresistencia más exigente del mundo organizado por Racing The Planet.

Foto uno de Maigua Ojeda con el look uno
Vestido de Sandro y tacones de satén con cristales de Aquazzura

La prueba consiste en recorrer un total de 1.250 kilómetros repartidos en cuatro desiertos fijos y uno itinerante: Gobi March, en Mongolia; Namib Race, en Namibia; Wadi Rum, en Jordania; The Last Desert, como se conoce al de la Antártida; y Atacama Crossing, el de Chile.

“No es fácil, en 12 meses pasan muchas cosas: lesiones, entrenamientos muy duros y kilómetros en soledad absoluta. Es duro, pero lo conseguimos”, celebra con sus medallas en la mano.

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Son dos, y no una, porque al ganar el Grand Slam Plus también se adjudicó el clásico 4 Deserts Grand Slam, que se logra al completar los cuatro destinos permanentes del circuito.

Foto dos de Maigua Ojeda con el look uno
Foto tres de Maigua Ojeda con el look uno

Cuando habla de sus victorias, Maigua lo hace en plural, porque sabe que tras cada paso que da hay un equipo y una familia que la impulsa. “Mi padre es legionario. Cuando quise apuntarme a gimnasia rítmica, él me apuntó a orientación; cuando pedí patinaje, me llevó a escalar”, recuerda.

“Un día, él, que había dejado el cuerpo para dedicarse a la educación física, organizó una carrera en el colegio y la gané con mucha distancia. Tenía diez añitos, y al siguiente ya me vi corriendo mi primer campeonato de España”, asegura.

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Aquello fue el germen de una adolescencia marcada por las medallas, las pistas de tartán rojizo y las competiciones en pista en cross. “Entrenábamos bien duro, como élite que éramos”, recuerda, “aunque un día colgué las botas porque me di cuenta de que así no podía vivir. Era mucha presión”, lamenta.

Recuerda la primera vez que su padre la llevó a una carrera de trail —en la que los participantes atraviesan senderos naturales y las rutas son generalmente más largas—: “Allí descubrí otro mundo y me di cuenta de que por primera vez estaba corriendo en un espacio donde no había miles de ojos juzgándome”.

Cuando vi que una de las carreras era en la Antártida sentí que era brutal. ¿Quién corre allí?

- Maigua Ojeda

Foto cuatro de Maigua Ojeda con el look uno

Esta modalidad la ha llevado a hacer sus propias expediciones a lo largo de los años: “He viajado mucho sola. Eso me ha costado disgustos, pero también aprendizajes. Además, me ha ayudado ser tan curiosa; siempre me ha gustado leer sobre fisiología, logística y anatomía”, materias de las que todo aquel que aspire a hacer carreras en autosuficiencia debe ser buen conocedor.

Mongolia, Costa Rica, Islandia. Las chinchetas en el mapa de las carreras de Maigua Ojeda fueron acumulándose. Un momento de dolor marcado por el fallecimiento de su madre le trajo, caprichosas sean las paradojas de la vida, el regalo que lo cambiaría todo: el libro Las 400 mejores carreras del mundo (Planeta, 2014).

En una de las páginas se describía una carrera en la Antártida. “Sentí que eso era brutal, ¿quién corre allí?”, sonríe, consciente de su pregunta. Puso un pósit y averiguó que para llegar a ese circuito debía pasar antes por otros desiertos.

Así nació su reto: el 4 Deserts Grand Slam, la carrera más extrema del mundo después del Rally Dakar y la más dura a pie, pues exige cubrir distancias de 250 kilómetros por cada circuito en completa autonomía alimentaria.

Foto cinco de Maigua Ojeda con el look uno

Empezó a buscar información y se dio cuenta de que solamente una española lo había completado antes, pero caminando y sin límite de tiempo. “Se llama Beatriz, fue una inspiración. Pensé que las mujeres necesitábamos poner nuestra bandera ahí”.

Antes de ella, el olímpico Chema Martínez y Vicente García Beneito, bombero de profesión, habían logrado ganar la prueba. Ahora, Maigua es campeona absoluta, entre hombres y mujeres, gracias a un hito titánico que ha tenido una gran repercusión en sus redes.

“Ha sido apasionante ver cuántas personas mandaban mensajes a la tienda de campaña, y cómo se implicaban emocionalmente. Alguien una vez me dijo “hoy me he levantado porque sé que tú lo estás pasando peor en el desierto”. “Fue increíble”, dice.

Sin embargo, lamenta la escasa visibilidad en medios: “¿No habría sido bonito haber tenido cobertura en directo de todo esto? Eran paisajes de ensueño. No podía concebir que no tuviera impacto, y me dolió cuando mi equipo me dijo ‘Maigua, hay que prepararse para entender que quizás la noticia no interese’”.

Foto uno de Maigua Ojeda con el look dos
Blazer de Sandro, vestido de Pronovias y zapatillas de Nike

Pero ella estaba convencida de que era importante: “Habíamos alcanzado el pódium, y me veía alzándome con la victoria. Sabía que muy mal tenía que hacerlo para que me bajasen de esa posición. Solo tenía que mantenerme”.

Así lo hizo, durante varios y largos meses en los que vivió en la inmensidad desértica acompañada de su mochila. En su interior, comida liofilizada, un botiquín, material de emergencia y una bolsa de aseo en la que apenas cabían porciones de desodorante del tamaño del meñique, dentífrico en cápsulas y la cabecera de un cepillo de dientes.

“No llevo peine ni maquillaje, porque todo son gramos y pesa”, dice la atleta, e inmediatamente después confiesa que una vez tuvo el capricho de llevarse jamón serrano. De poco sirvió, porque en Namibia hacía tanto calor que se coció.

Ese fue el primer destino en la competición. Lo recuerda como si hubiese vuelto de él ayer mismo, ya que la imponencia del paisaje africano no se compara con la de ningún otro.

Foto dos de Maigua Ojeda con el look dos
Foto tres de Maigua Ojeda con el look dos

“Había un aeropuerto, una carretera y todo lo demás en kilómetros a la redonda eran dunas inmensas. Te sientes como Indiana Jones bajando de la avioneta”, asegura. Poco se imaginaba la deportista de lo que le deparaba aquella arena ardiente, por la que podría haber acabado sepultada.

“En la tercera etapa —el total son seis por cada circuito—, tuve que correr con 48 °C. Sentía frío todo el tiempo. Yo, que sé de fisiología porque también soy entrenadora, identifiqué que eso era una disfunción en el hipotálamo, el termostato del cuerpo”, explica.

“Era consciente de que, si estaba a esa temperatura y tenía frío, me encontraba en una situación extrema. En aquel momento me planteé si seguir o retirarme, porque podía morir. Además, tengo epilepsia, y no es ninguna broma… hay gente que fallece haciendo estas cosas”, advierte.

“Al día siguiente, en el briefing —la sesión informativa que precede a cada competencia— dijeron que superaríamos los 50 °C y que doblarían el avituallamiento. Me extrañó que no cancelaran la salida, y mi primera idea fue ‘Maigua, si no te vas a retirar, debes terminar lo más rápido que puedas’”.

Foto uno de Maigua Ojeda con el look tres
Vestido de Sessùn y sandalias con hebillas de Sandro

La estrategia de la runner fue ponerse al límite, precisamente para estar segura. “Corrí como si se fuera a acabar el mundo en las primeras horas. Lo hice porque tenía mucho miedo. Nadie quiere desmayarse en medio de una carrera, convulsionando en un suelo que podría abrasarte la piel”.

Tras Namibia, vino Mongolia. Allí, en Gobi, el cuerpo de la toledana empezaba a resentirse. “Acabé con inflamación en las vértebras de la espalda”, afirma. “En estas carreras hay que sostenerse físicamente. A veces me recuperaba rápido, pero otras no estaba como para hacer 250 kilómetros, con los tendones cargados y sin uñas que me he llegado a quedar”.

Jordania, el itinerante en el que se hizo con el oro, fue su octava maravilla: “Estar en Wadi Rum es como teletransportarse a Marte. La arena es de color rojo, hay unas rocas inmensas que parecen paredes y forman laberintos porque el agua las ha erosionado”.

La Antártida es el único enclave en el que no se compite en completa autosuficiencia, debido a las normas por las que se rige el continente helado, que también recibe la consideración de desierto por su escasa precipitación.

Quiero regalarme el privilegio de la pausa. Muchos deportistas no se permiten detenerse a saborear lo que han vivido.

- Maigua Ojeda

Desliza

Asegura que viajar hasta allí requiere mucha logística. “Gasté 25.000 euros en dorsales y este fue el más caro”, afirma. Sus compañeros y ella llegaron “en uno de esos barcos que usan los científicos para hacer sus investigaciones. Dormíamos en el camarote, porque no está permitido hacerlo sobre el terreno”.

Lo cuenta con la emoción de quien confiere un valor especial a aquel lugar en el que tuvo que enfrentarse a vientos de 70 kilómetros por hora, a un frío tan gélido que quemaba, a la idea de circular por el Pasaje de Drake, uno de los tramos por mar más mortíferos del planeta.

En cualquier caso, todo eso se compensaba al pisar el hielo: “Corrimos en la colita de la Antártida, en la península antártica y en los islotes. Dábamos vueltas en loops en una zona donde teníamos permiso y luego volvíamos a subir al barco”.

Foto uno de Maigua Ojeda con el look cuatro
Foto dos de Maigua Ojeda con el look cuatro

Cuando Maigua completó todas las etapas, supo que había cumplido un sueño. Pero su travesía no había terminado: quedaba Chile. Concretamente, Atacama, el desierto no polar más árido del mundo, vigilado por el Pacífico al oeste y los Andes al este.

“Hice muy buen papel”, dice, tanto que se coronó protagonista de una hazaña histórica.

Con la meta conquistada hace apenas unas semanas, su primer impulso no ha sido lanzarse a un nuevo desafío, sino regalarse un gesto que, para ella, es profundamente revolucionario: el de la pausa. “Muchos deportistas no se permiten el privilegio de detenerse a saborear lo que han vivido”, reflexiona.

“Tú misma debes darte el reconocimiento, otorgarte valor. Celebrarte. No solo una vez, sino muchas. Mínimo una por cada desierto que cruzaste. Primero, porque estás viva, fuerte y sana. Y segundo, porque te lo mereces”, dice con la calma de quien ya puede decir que ha cumplido el sueño de toda una vida.

Foto tres de Maigua Ojeda con el look cuatro
Chaleco y pantalón de Sandro con sandalias de macramé de cuero de Sézane

A sus 33 años, la docta femina del ultratrail combina su vida como atleta con su faceta de entrenadora, centrada especialmente en mujeres que aspiran a iniciarse en las carreras de autosuficiencia. Su mejor consejo para ellas es: pasitos de bebé.

“Tómate tu tiempo y ponte el gorro de exploradora, diviértete. Tú y yo estamos hechas del mismo material, así que todo se entrena: la disciplina, la resistencia, la capacidad de tomar decisiones. Incluso si crees que no tienes nada, puedes construirlo. Solo necesitas dar el primer paso”, anima a las lectoras.

Desde Instinto Expediciones promueve precisamente eso: que ellas también se atrevan. “Las llevamos por el mundo para que pierdan miedos, rompan barreras y ganen autonomía en sus aventuras. Cuando hacen algo extremo por primera vez, eso se lo traen a casa de vuelta y las transforma”, asegura.

Para Maigua, la autosuficiencia no se trata simplemente de que “te apañes con el agua, la tienda de campaña y los diez kilos que puedas cargar en tu mochila”. También es una forma de fortaleza emocional.

Foto cuatro de Maigua Ojeda con el look cuatro
Foto cinco de Maigua Ojeda con el look cuatro

A lo largo del circuito ha aprendido a valorar la compañía de sus propios pensamientos, a reconciliarse con el silencio: “Eso de que la soledad mata… es mentira. La soledad puede ser maravillosa. Te lleva de regreso a ti, a tu sabiduría interna. Te enfrenta a lo que piensas, y a desmontarlo si hace falta”.

Allí, entre las dunas y los glaciares, la belleza y la hostilidad, brotaron también sus batallas más íntimas: “Estar en el desierto te ayuda a conocerte mejor a ti misma. A veces te sorprendes diciéndote cosas feas, diálogos impuestos por una sociedad que desde niña te ha llenado de inseguridades”.

Y es normal, confiesa, “nos pasa a todas. Pero también tienes el poder de entrenar pensamientos positivos, de construir un lenguaje nuevo que te empodere. Cuando vas derribando barreras, te vuelves una mujer más completa y segura”.

Aunque no tiene prisa, ya sueña con lo que viene. Entre sus planes está sumarse al montañismo, volver a escalar y, quizás en 2026, participar en una carrera de 500 kilómetros en Laponia, tirando de un trineo de 40 kilos. “Este año la ganó un español, Juan Carlos Gimeno. Ahora le toca a una chica”.

Créditos
Maquillaje y peluquería Rosa Navajas
Dirección creativa Julia Ramírez
Asistente de producción Lola Cuevas Núñez
Agradecimientos especiales

Agradecimientos especiales a la Ciudad de la Raqueta.

© El León de El Español publicaciones S.A.