Emma Fernández, consejera independiente 74Software, Digital Consumer Bank, Iskaypet y Metrovacesa.

Emma Fernández, consejera independiente 74Software, Digital Consumer Bank, Iskaypet y Metrovacesa. #SomosMujeresTech

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El empleo en la intersección entre envejecimiento y automatización

Emma Fernández
Publicada

En las últimas semanas, han coincidido varias publicaciones que, leídas juntas, dibujan el contorno de un futuro inquietante: el informe de McKinsey “Dependency and depopulation? Confronting the consequences of a new demographic reality”, sobre el impacto global del envejecimiento demográfico, y, por ejemplo, un artículo de opinión en el Financial Times firmado por Rana Foroohar “Early adoption of AI will boost US growth. Artificial intelligence may buoy stocks even as it destroys jobs” sobre cómo la inteligencia artificial está rediseñando ya el trabajo en grandes empresas americanas. Ambos textos comparten una narrativa: el mundo envejece, la productividad debe aumentar, y la tecnología será la tabla de salvación. Pero en esa ecuación falta algo esencial: ¿estamos diseñando esta transición para que tenga un adecuado impacto social?

La tendencia demográfica es clara: la pirámide de población se transforma en un obelisco con una base cada vez más estrecha y, con ello, la proporción entre jóvenes y mayores se invierte, especialmente en Europa, China y Japón. Esto implica:

- Reducción de la población activa: según McKinsey, la proporción de personas en edad de trabajar caerá del 67% al 59% en 2050 en las regiones más afectadas.

- Mayor competencia por el talento: las empresas tendrán que adaptarse a un mercado laboral escaso, especialmente en sectores esenciales como sanidad, educación, construcción o transporte.

- Presión sobre la productividad: con menos trabajadores, el crecimiento solo podrá sostenerse aumentando la productividad.

La otra gran fuerza es la tecnología, especialmente la IA generativa, la robótica y la automatización avanzada. Esta tendencia tiene efectos duales: sustitución de tareas y empleos que afectará especialmente a los empleos del conocimiento de nivel medio, a la vez que se espera que aparezcan nuevas oportunidades para otros perfiles a medida que las formas de trabajo se transforman.

La tecnología viene redefiniendo el empleo desde hace ya muchas décadas. Esto no es nuevo ni debe sorprendernos. Es más, en el contexto de sociedades envejecidas, la automatización será un imperativo para resolver los problemas de escasez de mano de obra. Sin embargo, la cuestión no es si habrá menos trabajadores o más robots, sino cómo vamos a diseñar las reglas del nuevo contrato social para adaptarnos a este entorno a medio plazo.

Este primer trimestre del 2025 ha sido un claro exponente de la guerra cultural y económica en la que estamos inmersos como consecuencia del impacto de la globalización en las clases medias de los países avanzados. Cuando se analiza el periodo más intenso de la globalización (entre 1988 y 2008), se observa que el crecimiento del ingreso anual acumulado se ha situado en el entorno del 50% para los individuos por debajo del percentil 60, mientras que el ingreso acumulado entre percentil 80 y 90 (las clases medias de los países avanzados) no ha crecido, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, el descontento social y el aumento de los populismos. Sin duda, la globalización ha tenido muchos impactos positivos, se ha creado mucha riqueza, pero ha supuesto una redistribución de poder y hoy vivimos las consecuencias de no haber sido capaces de revisar con acierto y rapidez el contrato social necesario para resolver los problemas de los perdedores de la globalización en nuestras sociedades occidentales.

El contexto demográfico y la automatización también darán lugar a perdedores y ganadores. Según Dario Amodei, CEO de Anthropic y un destacado desarrollador de la inteligencia artificial, la IA podría eliminar la mitad de todos los empleos del conocimiento (White-collar Jobs) de nivel inicial y aumentar el desempleo en EEUU hasta un 10–20% en los próximos uno a cinco años, afectando principalmente a los profesionales más jóvenes justo cuando tienen que incorporarse al mercado laboral y sentar las bases de su carrera profesional. Las oportunidades para ellos se verán sustancialmente reducidas. Es cierto que las transformaciones tecnológicas del pasado también eliminaron muchos trabajos, pero a largo plazo crearon muchos más y nuevos. Esto también podría aplicarse a la inteligencia artificial. Lo que cambia en este caso es tanto la velocidad con la que esta transformación podría producirse como la amplitud de sectores e individuos cuyos empleos se verán profundamente afectados. Si la adopción de la IA despega, como señala Rana Foroohar, este shock laboral puede producirse en un corto espacio de tiempo y sus consecuencias, no ser menores.

Las implicaciones para las empresas y los gobiernos de esta transformación del contexto demográfico y la automatización ya están en las agendas de los políticos y de la sociedad civil:

- Recualificación masiva: muchos trabajadores tendrán que reciclarse para tareas complementarias con la IA. Sin inversión en formación, la desigualdad crecerá.

- Atracción y retención del talento sénior: las personas mayores necesitarán trabajar más tiempo. Hay que rediseñar carreras profesionales más largas y flexibles.

- Migración selectiva: el informe de McKinsey sugiere que, sin migración controlada, el sistema económico podría colapsar en varias regiones por falta de mano de obra.

- Nuevas formas de trabajo: empleo híbrido, plataformas digitales, microtrabajos que complementarán un modelo más flexible y distribuido.

En este contexto otras voces plantean cuestiones mucho más delicadas: calidad y estabilidad del empleo, renta básica universal, mejoras de la salud laboral y adaptación de los entornos de trabajo a las capacidades de una fuerza laboral envejecida, retrasos en la edad de jubilación, revertir la tasa de natalidad con políticas coherentes (infraestructuras de cuidado infantil y conciliación laboral real, incentivos para familias jóvenes y estabilidad en el mercado de vivienda...).

Amodei es partidario de empezar a debatir soluciones políticas para una economía dominada por una inteligencia sobrehumana. Esto abarca desde programas de reciclaje laboral hasta formas innovadoras de distribuir la riqueza generada por las grandes compañías de IA. Su propuesta concreta es establecer un impuesto por uso: “cada vez que alguien utiliza un modelo y la empresa de IA obtiene ingresos, un porcentaje de esos ingresos vaya al gobierno y se redistribuya”.

Ninguno de estos asuntos es fácil, tiene muchas derivadas y, en una sociedad polarizada como la actual, el espacio para el acuerdo es muy estrecho. Esto no nos debe hacer desistir de debatir estos temas con sentido de urgencia y tratar de alcanzar una visión compartida. Especialmente en Europa, donde necesitamos acelerar la incorporación de la tecnología y la automatización a todo nuestro sistema productivo para mantener el crecimiento económico y conservar nuestros valores.

Nada sucede de repente y si algo se puede predecir a medio plazo es la demografía. El cambio demográfico no nos debería sorprender sin estar preparados. La automatización y la robotización pueden ser herramientas clave para el bienestar de las sociedades más envejecidas. Sin embargo, si su adopción produce un shock laboral entre los más jóvenes, sumaremos dos efectos negativos. Preparémonos para ello y revisemos las transformaciones del entorno laboral con anticipación, intentando reducir los desequilibrios que, sin duda, sucederán.

***Emma Fernández, consejera independiente 74Software, Digital Consumer Bank, Iskaypet y Metrovacesa.