Para los seguidores habituales de este humilde escribano, ya sabrán que he sido muy crítico en el pasado con la evolución del South Summit. Ya en 2021 publiqué una columna muy comentada (y denostada) en el ecosistema emprendedor que reflexionaba sobre la difícil convivencia de vendehumos e innovadores. Y desde entonces he seguido perfilando una evolución de este endogámico mundillo y su reflejo en la principal cita del calendario nacional.
Desgraciadamente, la mayor se mantiene constante: los ejemplos de que la burbuja se mantiene firme y en plena forma han sido más que evidentes en esta edición de South Summit. En la crónica del primer día ya incluía algunas conversaciones anónimas que se oían con toda naturalidad en los mentideros de La Nave. Sin embargo, ni eso ni la sobrecarga institucional constituyen -a mi juicio- el gran peligro para la mera supervivencia de la feria. Denme unos minutos de su tiempo para explicarles cuál es con detalle.
Los miles de asistentes al evento habrán podido pasear por los pasillos del espacio expositivo. Y lo que habrán notado es que la presencia pública era considerablemente mayor que la privada de las grandes corporaciones. De hecho, algunas marcas tradicionalmente asociadas a esta cita (como Endesa) se han caído de esta edición. Y, lo que es más: en la mayoría de esos stands de las distintas Comunidades Autónomas, ayuntamientos y entes europeos no había ni un sólo emprendedor, únicamente personal de la propia Administración intentando posicionar las ventajas de su región para emprender. Las honrosas excepciones -como el Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo- sólo servían para dejar en mayor evidencia la triste realidad.
Para los periodistas y analistas, existen varias señales de alerta al asistir a una feria de este tipo, como ya sucediera con el extinto SIMO, Web Summit o las últimas ediciones del MWC antes de la pandemia. La primera es la ya mentada, que el interés privado sea considerablemente inferior al regado con subvenciones públicas. El segundo aviso a navegantes ocurre cuando el evento pierde su propósito inicial (en este caso, impulsar al ecosistema emprendedor hispanohablante) y comienza una espiral de expansión contraria a su germen (South Summit Corea del Sur y ¿Amazonia?). El tercero acontece cuando el foco de actividad se va ampliando tanto -con el propósito de captar más público e inversión- que deja de tener sentido lógico (conciertos de música en zonas turísticas de Madrid en anteriores ediciones, emprendedores de poca monta entremezclados con pioneros en deep tech...).
Los síntomas de agotamiento de South Summit son evidentes, al igual que el discurso insistente de "crecimiento" por parte de María Benjumea invita a reflexionar sobre cuál es la hoja de ruta que se está persiguiendo. En ocasiones anteriores, cuando se da esta confluencia de factores, lo siguiente en ocurrir ha sido algún tipo de cambio organizativo profundo o los preparativos para engordar las cifras antes de una posible venta del evento. Un servidor desconoce si se está gestando alguno de esos escenarios, pero es evidente que se está forzando la maquinaria de una feria que late a un ritmo cada vez más débil, pese al regadío de dinero público.
Empero, lo más relevante es lo que expone del ecosistema emprendedor nacional. El 'invierno inversor' pegó con dureza en nuestro país, donde multitud de proyectos estaban sustentados sobre promesas vacías y sin cálculos económicos realistas. Pero no hemos aprendido la lección, y esos vendehumos de los que hablaba en 2021 están ya trabajando en su tercera o cuarta startup, con la esperanza de venderla a buen precio antes de que colapse. Los datos que ofrece la organización sobre el éxito de las startups que pasan por este evento están sesgados por aquellas que participan de sus competiciones y paneles; no de las que simplemente se pasean por Villaverde buscando a algún iluso. Seguimos anclados en la innovación B2C, copiando modelos de negocio de Estados Unidos, sin bagaje técnico detrás. Incluso se siguen oyendo esos manidos conceptos de 'SaaS' y 'marketplace' (y ahora la IA omnipresente, aunque sea el mero uso de una llamada a ChatGPT) que, si los analizamos en frío, no significan absolutamente nada.
El sector público tardó en subirse a la ola del emprendimiento, y será el último en caerse del burro, tal y como estamos viendo en los pasillos de esta feria. La fotografía de sus líderes junto a jóvenes ilusionados y prometedores es fundamental para aliviar las cargas de la actualidad política. Y, mientras tanto, seguimos sin separar el grano de la paja, a los innovadores reales de los 'buscavidas'. Seguimos alimentando eventos al que los propios asistentes de cierto nivel, en los rincones de la feria, reconocen venir por compromiso, no por utilidad real.
Por el camino, la naturaleza misma del ecosistema 'startapero' español y de eventos como South Summit está en entredicho. Reconocerlo es el primer paso para ponerle remedio; la negación de la evidencia sólo servirá para seguir alimentando la burbuja un poco más... Soy consciente de las airadas reacciones que esta columna va a suscitar en parte del ecosistema, al que pido una dosis de autocrítica y reflexión. La otra parte es la que no sólo está de acuerdo con este diagnóstico, sino que ha contribuido a su mera gestación.