Vengo hoy a hablarles de un libro insólito del que, si no les doy yo cuenta, mucho me temo que se queden sin tener noticia. Se titula Un diamante en la basura, y lo acaba de publicar el sello Escritos Contextatarios. Debo añadir que he tenido bastante que ver con la realización del libro, del que supe cuando todavía estaba en proyecto. Lejos de hacer sospechosa mi recomendación, este dato debería acreditarla, por cuanto revela la gracia y el entusiasmo que el libro me produjo desde el primer momento.

He dicho un libro pero habría que hablar más bien de un librito. De pequeño formato, no alcanza las ciento cincuenta páginas. Es, pues, ligero y portátil, y su lectura apenas lleva más de una hora, si bien incita a volver sobre lo leído más de una vez.

Un diamante en la basura es un libro colectivo. Así lo declara su editora, Ana Molina Hita, que durante casi veinte años fue maestra en el colegio público Pío XII de Madrid, en el barrio de La Ventilla. El alumnado de este colegio –uno de los que en algunas comunidades se catalogan con la casi humorística etiqueta de “centro de difícil desempeño”– procede en su mayoría de familias de origen inmigrante o gitano, muchas de ellas en situación de vulnerabilidad.

“Se trata de niños con entornos a menudo problemáticos y frecuentes dificultades de integración tanto social como escolar debido a cuestiones de raza, lengua o religión, además de económicas”, como advierte Ana Molina.

Con un buen número de estos niños ensayó su maestra un sencillo ejercicio de autoexpresión cuya herramienta era el cuaderno que ella misma les procuró y que les animó a llenar con poemas, cartas, ocurrencias, viñetas, autoentrevistas, grafitis, confesiones, apuntes autobiográficos…

Pasados algunos años, Ana Molina ha hecho una apuradísima selección del ingente material acumulado y el resultado es este librito sorprendente y encantador, carcajeante y conmovedor, terrible, emocionante, en el que pueden leerse cosas como: “Cuando me cambié de padre no lloré”, o como “Me arrepiento de no estar pase lo que pase con mi conejo y separarme de él, no darle la vida correspondiente que se merece”, o como “Nico me ve como su hermana y yo no quiero eso, yo sé que soy bajita pero yo no quiero eso”.

Presentado como un “cuaderno infantil”, este es un libro para adultos escrito por niños y una breve pero reveladora nota al pie susceptible de añadirse a cualquier reflexión o debate que quiera emprenderse sobre inmigración, diversidad e integración en la escuela.

Contiene, implícito, un alegato contra las políticas educativas, contra el relegamiento de la poesía en los planes de enseñanza, contra el descuido del poder formativo de la expresión verbal, tanto oral como escrita, y de su capacidad para dar cauce –y contribuir a resolver– conflictos de orden tanto psicológico como social. Contiene además un llamado a “aprender de la infancia” (como indica Natalia Carrero) y de su modo de observar y padecer y configurar la realidad, por muy cruda que sea.

Presentado como un “cuaderno infantil”, es un alegato contra las políticas educativas,
contra el relegamiento de la poesía en los planes de enseñanza

“La gravedad y la gracia, eso que al mismo tiempo desasosiega y acompaña, la belleza, estaba ahí, pero hizo falta que alguien, una profesora, y algo, un cuaderno, abrieran el hueco tapiado de la puerta”, escribe Belén Gopegui refiriéndose a Un diamante en la basura en uno de los varios blurbs con que se envuelve el libro y que dan cuenta del tipo de impacto que produce.

Nacho Vigalondo, por su parte, escribe: “Es hasta cruel que este libro muestre el punto de fuga de toda ambición literaria y, a la vez, te hunda en la frustración y la vergüenza de todo lo que ya no sabremos volver a escribir jamás. Recomendarlo es un acto tan cristalino como recomendar el verano”.