
Proclamación de la II República Española, 14 de abril de 1931. Foto: Alfonso Sánchez Portela. Museo Reina Sofía Museo Reina Sofía
Homenaje a Juan Avilés, historiador polifacético de la edad contemporánea y sus convulsiones
La UNED rinde tributo a su catedrático, fallecido en 2023, con un libro que reúne sus numerosas investigaciones sobre movimientos revolucionarios, la España de 1917 a 1936 y terrorismo de distintos signos y épocas.
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Un rápido repaso a la producción historiográfica de Juan Avilés explica sus amplios conocimientos en disciplinas relacionadas entre sí -la Edad Contemporánea y sus convulsiones-, pero muy diversas. Como nuestro conflicto fratricida, que investigó en Pasión y farsa: franceses y británicos ante la guerra civil española. O los movimientos revolucionarios (Pasionaria: la mujer y el mito y La daga y la dinamita: los anarquistas y el nacimiento del terrorismo son buenos ejemplos). O sucesos más recientes, como los que narró en La estrategia de la tensión: terrorismo neofascista y tramas golpistas en Italia o en Historia del terrorismo yihadista; de Al Qaeda al Daesh.

Título: Política y violencia en la Europa contemporánea
Autor: Juan Avilés Farré
Editorial: UNED
Juan Avilés Farré (1950-2023) ejerció hasta su fallecimiento como catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), centro que ahora le rinde homenaje con Política y violencia en la Europa contemporánea, un libro que reúne numerosas publicaciones suyas, en revistas especializadas y en conferencias, sobre cuatro disciplinas diferentes: el anarquismo violento, la política española de 1917 a 1936, los años de plomo en Italia y el terrorismo yihadista. Toda una muestra del carácter polifacético de este historiador, quien también colaboró durante años con El Cultural.
Antes de abordar las cuatro partes del libro, se recupera una entrevista que sus compañeros en la UNED Abdón Mateos y Josefina Martínez le realizaron en 2021, en la que el autor muestra la amplitud de sus conocimientos históricos y también queda reflejada la influencia de Italia en su formación: huérfano de padre a los pocos meses, un tío materno suyo se hizo cargo de su educación y lo matricularía en el Liceo italiano de Madrid, donde conocería a la que sería su esposa, la también historiadora Ruth Betegón.
Revisten especial interés las investigaciones de Juan Avilés relacionadas con Italia difundidas en este completo volumen. En el apartado dedicado a la política española de 1917 a 1936 subraya las conversaciones entre Alfonso XIII y diplomáticos de la Italia fascista durante la dictadura de Primo de Rivera, en las que critica un parlamentarismo “que sólo resultaba ventajoso para unos cuantos políticos, mientras que resultaba indiferente para veinte millones de españoles que sólo reclamaban seguridad en el trabajo y respeto a sus bienes”.
Tales declaraciones tuvieron eco. “Al embajador Paulucci le impresionó mucho la conversación que tuvo, en junio de 1925, con el conde de Romanones, según el cual la posición del Rey era muy insegura, ya que, tras los insultos lanzados a todos los políticos, no podría volver a ser un rey constitucional”, subraya Juan Avilés.
Documentos italianos
También resultan jugosos documentos italianos en época de la II República. Buen ejemplo es el conocimiento por parte de su embajada de los preparativos del golpe de Sanjurjo en 1932: “El embajador había tenido noticias de la conspiración militar a través de uno de los principales implicados, el general Barrera, a quien él se limitó a escuchar (…) A los conspiradores se les ofreció ayuda italiana, pero como es obvio no fue a través de la embajada”.
El impulsor de esa ayuda fue Italo Balbo, ministro del Aire, “que tenía buenos amigos entre los militares españoles”. El golpe sería frustrado por el Gobierno de Manuel Azaña, quien causó una buena impresión a Ercole Durini, embajador italiano, por su determinación al frenar la sublevación.
Para cerrar lo relacionado con la II República, una reflexión de Avilés sobre la insurrección obrera de octubre de 1934: “Yo defiendo con citas documentales que el PSOE había llegado a la conclusión de que la etapa histórica de la República burguesa estaba superada y que había que encaminarse hacia un régimen socialista. En alusión a la imagen femenina que simbolizaba la República, El Socialista llegó a escribir que la República no les interesaba ni vestida ni desnuda”.
El primer apartado del libro, centrado en el anarquismo violento, el autor estudia la figura de Bakunin, del que destaca una “contradicción íntima” en su pensamiento: “Este enemigo de todo poder revolucionario oficial era partidario de una hermandad en la sombra que organizara la anarquía”.
Atentados con explosivos
También bucea en el congreso anarquista de Londres de 1881, que mostró la “fascinación” que ejercían entre este movimiento revolucionario “los atentados con explosivos”. Unos hechos que, pese a que los revolucionarios rusos los definían de forma clara -“por el terrorismo hacia la libertad”-, los anarquistas occidentales los llamaron “propaganda por el hecho”.
Algunos de esos actos de propaganda, como el atentado con bomba en el Liceo de Barcelona en 1893, que dejó veinte muertos y decenas de heridos, tendrían un efecto contrario al esperado por los perpetradores: “El atentado de Barcelona sitúa a los anarquistas al margen de la humanidad”, se publicó en la prensa de París.
Juan Avilés también relata la escisión del PCE del PSOE en 1920, y estudia la figura de Dolores Ibárruri, Pasionaria, a la que dedicó un libro. Además, subraya el escaso éxito electoral de los comunistas españoles, que no obtendrían su primer diputado hasta las elecciones de 1933, durante la República.
Regresando a la querencia italiana del autor, el apartado dedicado al terrorismo en el país transalpino durante los años de plomo estudia, entre otros, la red Gladio, creada por el gobierno, en connivencia con la OTAN, para hacer frente a una invasión soviética que nunca sucedió.
Finalmente, en el capítulo sobre el terrorismo yihadista el autor subraya algunas similitudes con el practicado un siglo atrás por los anarquistas, como su “alcance global, la elección de objetivos altamente simbólicos, el recurso al terrorismo suicida y un modelo organizativo muy desorganizado”.