
Momento de la detención Policía Nacional
Prisión para una mujer que robaba a personas mayores y vendía las joyas en tiendas de segunda mano
La detenida acumula once detenciones y se le acusa de varios delitos de hurto, robo con fuerza, agresión sexual y atentado a agente de la autoridad.
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Una mujer de 32 años ha sido enviada a prisión por aprovecharse de personas mayores para atracarles y vender las joyas robadas en distintos comercios de segunda mano de Zaragoza. La detenida acumula once detenciones, ocho de ellas en el último año, y se le acusa de varios delitos de hurto, robo con fuerza, agresión sexual y atentado a agente de la autoridad.
La investigación comenzó tras recibir varias denuncias que presentaban un mismo patrón. Una mujer joven abordaba a personas de edad avanzada en la vía pública o en los accesos a sus domicilios. Con distintos pretextos, como ofrecer ayuda o hacerse pasar por empleada del hogar, ganaba su confianza y aprovechaba el contacto físico para sustraer joyas y dinero. En algunos casos lograba entrar en las viviendas para cometer los hechos con mayor facilidad.
Agentes del Grupo de Delincuencia Itinerante identificaron a la presunta autora gracias a los reconocimientos fotográficos realizados por las víctimas. Las joyas robadas fueron rastreadas hasta varios establecimientos de compraventa, donde se documentaron hasta 18 operaciones de venta desde el mes de enero. Gracias a la colaboración de estos establecimientos, fue posible recuperar varias piezas que ya han sido reconocidas por sus propietarios. El valor estimado de las joyas supera los 30.000 euros.
La detenida seleccionaba como víctimas a personas de edad avanzada, preferiblemente varones con movilidad reducida, a quienes abordaba en zonas de paseo o en portales de viviendas. Se ganaba su confianza mediante gestos amables o simulando necesitar ayuda, y aprovechaba el contacto físico, como abrazos o caricias, para sustraer discretamente joyas y objetos de valor.
La presunta autora accedía al interior de las viviendas tras haberse ganado previamente la confianza de las víctimas, a quienes ofrecía sus servicios como limpiadora. Una vez dentro, aprovechaba momentos de descuido para sustraer las llaves del domicilio y, en fechas posteriores, regresaba al inmueble utilizando las llaves previamente sustraídas.
De este modo, lograba apoderarse de joyas, dinero en efectivo y otros objetos de valor sin ser detectada en el momento, lo que dificultaba su identificación inmediata y facilitaba la huida sin dejar apenas rastro.
Un delito de agresión sexual
La detenida aprovechó el contacto físico con la víctima, simulando un gesto afectuoso, para realizar tocamientos de carácter sexual sin su consentimiento. Este comportamiento facilitaba la distracción necesaria para cometer el hurto, pero constituía una vulneración directa de la libertad sexual de la persona agredida.
El Grupo de Delincuencia Itinerante de Zaragoza fue la primera unidad de la Policía Nacional en aplicar este enfoque jurídico a finales de 2024, al considerar que determinados hurtos cometidos mediante contacto físico encubrían, además, una agresión sexual. No es la primera vez que esta unidad imputa este tipo delictivo en el contexto de los llamados hurtos “amorosos”, marcando un precedente pionero en la interpretación penal de estos hechos.
Un delito de atentado a agente de la autoridad
En el momento de la detención, la mujer reaccionó con gran agresividad contra los policías, propinando empujones, golpes y arañazos a ambos actuantes. Uno de los agentes resultó lesionado y tuvo que ser trasladado a un centro sanitario, donde fue asistido por abrasiones en el cuello, la mandíbula y la zona dorsal, así como por una contusión en la parrilla costal.
Consecuencias psicológicas en las personas mayores
La detenida acumula once detenciones, ocho de ellas en el último año, y la anterior hace apenas dos meses por hechos similares. En esta investigación se le atribuyen seis delitos cometidos en Zaragoza en tan solo dos meses, todos dirigidos a personas mayores, muchas de ellas con movilidad reducida, soledad o dificultades para pedir ayuda.
Se aprovechaba de su vulnerabilidad para acercarse, ganarse su confianza y robarles, sin mostrar el menor reparo en atacar a quienes menos capacidad tienen para defenderse. Este tipo de delitos deja secuelas más allá del perjuicio económico, generando miedo, inseguridad y un profundo sentimiento de indefensión en las víctimas.